martes, 30 de septiembre de 2008

Munch

Munch, con toda su desesperación, tenía que ser mi pintor favorito. Hace un rato dije en otra parte que mi mente enferma prefiere la devastación, la desesperación (o algo por el estilo) a la belleza en sí misma.

Al final, ver a Munch es la única catarsis que vale para algo.






















































Del segundo, siempre he dicho que sería mi cuadro favorito de Munch si Munch no hubiera pintado El Grito.

Y yo era muy pequeña y ya muy atormentada y ese era ya mi cuadro favorito. Luego fui descubriendo los demás.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Bichos y demás parientes

Así se llamaba un libro del señor Gerald Durrell (para mí Lawrence siempre será hermano de Gerald y no al revés) que me hizo profundamente feliz cuando era peque. Y cuyo título siempre me hizo todavía más gracia que Mi familia y otros animales, al que ya le llega. Son el tipo de libros que me prestaba mi hermano el biólogo, responsable de mi simpatía por insectos y arácnidos de todo tipo y que motivó que uno de mis múltiples motivos para no estudiar biología (la literatura fue el mayor, claro) fuera el saber desde siempre (y siempre es probable que empezara antes de saber leer) que lo primero que enseñan en la facultad de biología es a matar bichos. Y yo, como que no puedo.

Pero no venía a hablar de Gerald Durrell ni de hermanos biólogos, sino que el título hacía referencia a mi estado actual, envuelta en un aura de microbios, toses, flemas, mocos y demás que neutralizan mi ya de por sí escaso glamour pero que hacen que tenga la voz sexy, a decir de mi compañera de piso. Algo que se agradece, claro. Así que ahora soy no una mujer fatal ni una hippie fatal (que se suponía que era mi estado natural) sino una hippie fatalmente acatarrada. En fin!

Así que de vuelta al cole tomando sopitas y leche caliente con miel. Y muchas infusiones y muchos tés, como siempre, supongo. Y no he podido ir a la playa, con las ganas que le tenía.

Para compensar el tremendo catarro, ayer vine en el bus viendo por enésima vez The Dreamers, la historia de los dos hermanos y su amigo-amante que retozan en su casa mientras fuera están las barricadas de Mayo del 68.

Queda foto de Eva Green cual Venus de Milo. Y, pese a lo mucho que me despierta bajos instintos Louis Garrel en esa película, no hay foto de Louis Garrel; hay un video de youtube (al que yo jamás hubiera puesto esa canción) que "resume" en tres minutos y medio la relación que se establece entre los tres. O casi. O da una versión. Supongo que todos tenemos nuestra versión propia de las relaciones de los personajes. Y eso es lo bueno.

Ahora, me voy a seguir con mis trovadores. Y a no pensar en relaciones humanas.





jueves, 18 de septiembre de 2008

Julio Romero de Torres


Julio Romero de Torres era cordobés y yo estoy en Sevilla. Pero es el pintor de las andaluzas. Y me encanta. Me enamoré hace años, con el pelo:



Pero había más...














Y, obviamente, también desnudos:














Y aquí estoy, esperando que Carmen venga a buscarme para comer...

Volveré...

De momento, estoy de paso. Quince horas de autobús son muchas horas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Me voy de vacaciones



Cuando tenga un rato y conexión a internet contesto e-mails, comentarios y demás. Que os he leído, pero no he tenido tiempo de contestar. Anoche volví a casa a las seis y pico de la mañana. Y había dormido una hora.

Ahora, tengo que hacer la maleta e irme para Ferrol. Y tengo un amago de resaca simpático.

La imagen, mi sirenita de Waterhouse. La que está de vacaciones.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Siempre pensé que Víctor Jara cantaba esta canción para mí...

Pero, desde que, buscando la letra (tenía google puesto para hacer búsquedas en portugués), lo vi en una página llamada Vagalume, no me cupo la menor duda.

Nadna, tienes razón: sólo existo en tu imaginación.




María, abre la ventana
y deja que el sol alumbre
por todos los rincones
de tu casa.

María, mira hacia afuera
nuestra vida no ha sido hecha
para rodearla de sombras
y tristezas.

María ya ves,
no basta nacer, crecer, amar,
para encontrar la felicidad.
Pasó lo más cruel,
ahora tus ojos se llenan de luz
y tus manos de miel.

María...
Tu risa brota como la mañana
brota en el jardín.
María.

La eterna pregunta es: si siempre la he escuchado como si fuera para mí (aunque nací casi diez años después de que mataran a Víctor Jara), por qué coño no soy capaz de aplicarme el cuento???!!!

Son las cinco de la mañana y yo tengo los ojos como platos.

El martes hace 35 años que mataron a Víctor Jara. Yo llevo llorándolo desde que alguien decidió que tenía edad suficiente para saber que lo habían matado. Puede hacer tranquilamente veinte años. Reenvié a todo el mundo el link para las firmas para la reapertura del caso. Lloré cuando reabrieron el caso. Y se lo conté a todo el mundo, como si me fuera la vida en ello.

No sé dónde estaré el martes, así que valga como efeméride.

Víctor Jara es la banda sonora de mi infancia. Nunca ha dejado de gustarme. Y cada día me gusta un poco más.



Dejo una foto de la tumba. Porque sí, porque me da la gana y porque al espíritu romántico (del romanticismo real, no del cursi) que hay bajo mi look Woodstock le gustan los cementerios. Participo, creo, en todo el Romanticismo salvo el nacionalismo y el amor.

Y la estética, pero eso es una cuestión meramente cronológica.

Sigo escuchando la canción, a ver si hace efecto y llorando a Víctor Jara.

E intentando dormir, también.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Querer un cordero es prueba de que se existe

IV

De esta manera supe una segunda cosa muy importante: su planeta de origen era apenas más
grande que una casa.
Esto no podía asombrarme mucho. Sabía muy bien que aparte de los grandes planetas como la
Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los cuales se les ha dado nombre, existen otros centenares de ellos tan pequeños a veces, que es difícil distinguirlos aun con la ayuda del telescopio. Cuando un astrónomo descubre uno de estos planetas, le da por nombre un número. Le llama, por ejemplo, "el asteroide 3251".
Tengo poderosas razones para creer que el planeta del cual venía el principito era el asteroide B
612. Este asteroide ha sido visto sólo una vez con el telescopio en 1909, por un astrónomo turco.
Este astrónomo hizo una gran demostración de su descubrimiento en un congreso Internacional
de Astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son sí.
Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, el vestido a la europea. Entonces el astrónomo volvió a dar cuenta de su descubrimiento en 1920 y como lucía un traje muy elegante, todo el mundo aceptó su demostración.
Si les he contado de todos estos detalles sobre el asteroide B 612 y hasta les he confiado su número, es por consideración a las personas mayores. A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar:
"¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?"
Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: "He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado", jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: "He visto una casa que vale cien mil pesos". Entonces exclaman entusiasmados: "¡Oh, qué preciosa es!"
De tal manera, si les decimos: "La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe", las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que somos unos niños. Pero si les decimos: "el planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612", quedarán convencidas y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son así. No hay por qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.
Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado más comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me habría gustado decir:
"Era una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…" Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera parecido más real.
Porque no me gusta que mi libro sea tomado a la ligera. Siento tanta pena al contar estos recuerdos. Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Y si intento describirlo aquí es sólo con el fin de no olvidarlo. Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. Y yo puedo llegar a ser como las personas mayores, que sólo se interesan por las cifras. Para evitar esto he comprado una caja de lápices de colores. ¡Es muy duro, a mi edad, ponerse a aprender a dibujar, cuando en toda la vida no se ha hecho otra tentativa que la de una boa abierta y una boa cerrada a la edad de seis años! Ciertamente que yo trataré de hacer retratos lo más parecido posibles, pero no estoy muy seguro de lograrlo. Uno saldrá bien y otro no tiene parecido alguno. En las proporciones me equivoco también un poco. Aquí el principito es demasiado grande y allá es demasiado pequeño. Dudo también sobre el color de su traje. Titubeo sobre esto y lo otro y unas veces sale bien y otras mal. Es posible, en fin, que me equivoque sobre ciertos detalles muy importantes. Pero habrá que perdonármelo ya que mi amigo no me daba nunca muchas explicaciones. Me creía semejante a sí mismo y yo, desgraciadamente, no sé ver un cordero a través de una caja. Es posible que yo sea un poco como las personas mayores.
He debido envejecer.

Antoine de Saint-Exupéry, El Principito


Estos exámenes están marcados por una de las crisis existenciales más exageradas de mi vida (completada con lo que Nadna muy oportunamente, en un mail que no he podido contestarle llamó "crisis examinal") y por el Principito. Prefiero lo segundo, sin duda. El día anterior a mi otro examen, comencé a pensar mucho en él y, al salir, fui hasta A palavra perduda, librería que me gusta mucho y queda al lado de la facultad, en busca de un Principito en portugués. Tenía la pulsión irrefrenable de releerlo y en francés, en gallego y en español ya lo tengo. No tenían. Ni en inglés. Ni en catalán, que lo tuvieron. Así que me volví a casa con el rabo entre las piernas y sin Principito. Por supuesto, siempre nos quedará internet y lo releí por enésima vez en la vida y tercera o cuarta este año. Pero no es lo mismo que acariciar un libro y yo necesitaba acariciar.

Y hoy me he levantado con la pulsión de comprarme (pulsión consumista, sí, pero hacía tiempo que la quería) la camiseta de El Republicanito, de las que hace Moucho Marx (un moucho es un búho). Tenía Bettynha y la de Chocolate con churros, que me gustan mucho. Ahora tengo El Republicanito. Y El Republicanito y yo vamos a aprobar el examen mañana.

Mirad cómo mola mi Republicanito:







Gracias a todos los que pasaron hoy. No tuve tiempo de contestar aquí ni el fotolog. Pero lo haré antes de las vacaciones que empiezan, por fin, el viernes.

El Principito siempre vale la pena.

Dejo este capítulo y no otro porque mi examen contiene datos, estadísticas y todas esas cosas que emocionan a las personas mayores. A mí, no. A mí me gusta que los poemas digan cosas que no parecen estar allí a simple vista. No por nada tengo B612 (y Nunca Jamás) como lugar de procedencia.

Adoro El Principito.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Para acabar con las películas de terror

El conde Drácula


En algún lugar de Transilvania yace Drácula, el monstruo, durmiendo en su ataúd y aguardando a que caiga la noche. Como el contacto con los rayos solares le causaría la muerte con toda seguridad, permanece en la oscuridad en su caja forrada de raso que lleva sus iniciales inscritas en plata. Luego, llega el momen¬to de la oscuridad y, movido por un instinto milagroso, el demonio emerge de la seguridad de su escondite y, asumiendo las formas espantosas de un murciélago o un lobo, recorre los alrededores y bebe la sangre de sus víctimas. Por último, antes de que los rayos de su gran enemigo, el sol, anuncien el nuevo día, se apresura a regresar a la seguridad de su ataúd protector y se duerme mientras vuelve a comenzar el ciclo.
Ahora, empieza a moverse. El movimiento de sus cejas res¬ponde a un instinto milenario e inexplicable, es señal de que el sol está a punto de desaparecer y que se acerca la hora. Esta noche, está especialmente sediento y, mientras allí descansa, ya despierto, con el smoking y la capa forrada de rojo confeccionada en Londres, esperando sentir con espectral exactitud el momento preciso en que la oscuridad es total antes de abrir la tapa y salir, decide quiénes serán las víctimas de esta velada. El panadero y su mujer, reflexiona. Suculentos, disponibles y nada suspicaces. El pensamiento de esta pareja despreocupada, cuya confianza ha cultivado con meticulosi¬dad, excita su sed de sangre y apenas puede aguantar estos últimos segundos de inactividad antes de salir del ataúd y abalanzarse sobre sus presas.
De pronto, sabe que el sol se ha ido. Como un ángel del infierno, se levanta rápidamente, se metamorfosea en murciélago y vuela febrilmente a la casa de sus tentadoras víctimas.
—¡Vaya, conde Drácula, qué agradable sorpresa! —dice la mujer del panadero al abrir la puerta para dejarlo pasar. (Asumida otra vez su forma humana, entra en la casa ocultando, con una sonrisa encantadora, su rapaz objetivo.)
—¿Qué le trae por aquí tan temprano? —pregunta el pana¬dero.
—Nuestro compromiso de cenar juntos —contesta el conde—. Espero no haber cometido un error. Era esta noche, ¿no?
—Sí, esta noche, pero aún faltan siete horas.
—¿Cómo dice? —inquiere Drácula echando una mirada sor¬prendida a la habitación.
—¿O es que ha venido a contemplar el eclipse con nosotros?
—¿Eclipse?
—Así es. Hoy tenemos un eclipse total.
—¿Qué dice?
—Dos minutos de oscuridad total a partir de las doce del me¬diodía.
—¡Vaya por Dios! ¡Qué lío!
—¿Qué le pasa, señor conde?
—Perdóneme... debo...
—¿Qué, señor conde?
—Debo irme... Hem... ¡Oh, qué lío!... —y, con frenesí, se aferra al picaporte de la puerta.
—¿Ya se va? Si acaba de llegar.
—Sí, pero, creo que...
—Conde Drácula, está usted muy pálido.
—¿Sí? Necesito un poco de aire fresco. Me alegro de haberlos visto...
—¡Vamos! Siéntese. Tomaremos un buen vaso de vino juntos.
—¿Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé la bebida., ya sabe, el hígado y todo eso. Debo irme ya. Acabo de acordar¬me que dejé encendidas las luces de mi castillo... Imagínese la cuenta que recibiría a fin de mes...
—Por favor —dice el panadero pasándole al conde un brazo por el hombro en señal de amistad—. Usted no molesta. No sea tan amable. Ha llegado temprano, eso es todo.
—Créalo, me gustaría quedarme, pero hay una reunión de viejos condes rumanos al otro lado de la ciudad y me han encargado la comida.
—Siempre con prisas. Es un milagro que no haya tenido un infarto. —Sí, tiene razón, pero ahora...
—Esta noche haré pilaf de pollo —comenta la mujer del panadero—. Espero que le guste.
—¡Espléndido, espléndido! —dice el conde con una sonrisa empujando a la buena mujer sobre un montón de ropa sucia. Luego, abriendo por equivocación la puerta de un armario, se mete en él—. Diablos, ¿dónde está esa maldita puerta?
—Ja, ja! —se ríe la mujer del panadero—. ¡Qué ocurrencias tiene, señor conde!
—Sabía que le divertiría —dice Drácula con una sonrisa for¬zada—, pero ahora déjeme pasar.
Por fin, abre la puerta, pero ya no le queda tiempo.
—¡Oh, mira, mamá —dice el panadero—, el eclipse debe de haber terminado! Vuelve a salir el sol.
—Así es —dice Drácula cerrando de un portazo la puerta de entrada—. He decidido quedarme. Cierren todas las persianas, rápido, ¡rápido! ¡No se queden ahí!
—¿Qué persianas? —preguntó el panadero.
—¿No hay? ¡Lo que faltaba! ¡Qué par de...! ¿Tendrán al menos un sótano en este tugurio?
—No —contesta amablemente la esposa—. Siempre le digo a Jarslov que construya uno, pero nunca me presta atención. Ese Jarslov...
—Me estoy ahogando. ¿Dónde está el armario?
—Ya nos ha hecho esa broma, señor conde. Ya nos ha hecho reír lo nuestro.
—¡Ay... qué ocurrencia tiene!
—Miren, estaré en el armario. Llámenme a las siete y media.
Y, con esas palabras, el conde entra en el armario y cierra la puerta.
—Ja, ja...! ¡Qué gracioso es, Jarslov!
—Señor conde, salga del armario. Deje de hacer burradas.
Desde el interior del armario, llega la voz sorda de Drácula.
—No puedo... de verdad. Por favor, créanme. Tan sólo permí¬tanme quedarme aquí. Estoy muy bien. De verdad.
—Conde Drácula, basta de bromas. Ya no podemos más de tanto reírnos.
—Pero, créanme, me encanta este armario.
—Sí, pero...
—Ya sé, ya sé... parece raro y sin embargo aquí estoy, encantado. El otro día precisamente le decía a la señora Hess, deme un buen armario y allí puedo quedarme durante horas. Una buena mujer, la señora Hess. Gorda, pero buena... Ahora, ¿por qué no hacen sus cosas y pasan a buscarme al anochecer? Oh, Ramona, la la la la la, Ramona...
En aquel instante entran el alcalde y su mujer, Katia. Pasaban por allí y habían decidido hacer una visita a sus buenos amigos, el panadero y su mujer.
—¡Hola, Jarslov! Espero que Katia y yo no te molestemos.
—Por supuesto que no, señor alcalde. Salga, conde Drácula. ¡Tenemos visita!
—¿Está aquí el conde? —pregunta el alcalde, sorprendido.
—Sí, y nunca adivinaría dónde está —dice la mujer del pa¬nadero.
—¡Qué raro es verlo a esta hora! De hecho, no puedo recordar haberle visto ni una sola vez durante el día.
—Pues bien, aquí está. ¡Salga de ahí, conde Drácula!
—¿Dónde está? —pregunta Katia sin saber si reír o no.
—¡Salga de ahí ahora mismo! ¡Vamos! —La mujer del panadero se impacienta.
—Está en el armario —dice el panadero con cierta ver¬güenza.
—¡No me digas! —exclama el alcalde.
—¡Vamos! —dice el panadero con un falso buen humor mien¬tras llama a la puerta del armario—. Ya basta. Aquí está el al¬calde.
—Salga de ahí, conde Drácula —grita el alcalde—. Tome un vaso de vino con nosotros.
—No, no cuenten conmigo. Tengo que despachar unos asuntos pendientes.
—¿En el armario?
—Sí, no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen. Estaré con ustedes en cuanto tenga algo que decir.
Se miran y se encogen de hombros. Sirven vino y beben.
—Qué bonito el eclipse de hoy —dice el alcalde tomando un buen trago.
—¿Verdad? —dice el panadero—. Algo increíble.
—¡Dígamelo a mí! ¡Espeluznante! —dice una voz desde el ar¬mario.
—¿Qué, Drácula?
—Nada, nada. No tiene importancia.
Así pasa el tiempo hasta que el alcalde, que ya no puede soportar esa situación, abre de golpe la puerta del armario y grita:
—¡Vamos, Drácula! Siempre pensé que usted era una persona sensata. ¡Déjese de locuras!
Penetra la luz del día; el diabólico monstruo lanza un grito desgarrador y lentamente se disuelve hasta convertirse en un esqueleto y luego en polvo ante los ojos de las cuatro personas presentes. Inclinándose sobre el montón de ceniza blanca, la mujer del panadero pega un grito:
—¡Se ha fastidiado mi cena!

Woody Allen

Buscaba este cuento y me he encontrado con el libro entero. No sé si lo dije alguna vez, pero amo a Woody. Amaba a Woody, perdón. Las últimas películas las odio a muerte. Ya no me gustó la parte cómica de Melinda y Melinda, odio profundamente Match Point (sí, sé que no es mala, pero yo la odio... y me pasé toda la película diciendo "yo he pagado por ver una película de Woody Allen". Además, a toda la gente que decía que "Woody Allen no es ese que hace películas tan raras?" le gusta Match Point... da para pensar, no?), Scoop, pese a toda mi buena voluntad, me parece una mierda pinchada en un carabullo (palabra autóctona para palo) y la de Cassandra's Dream no tuve valor.

Woody, fuiste tan grande!!

Creo que, en el fondo, el mundo tiene un plan y por eso las últimas películas de Woody, los últimos libros de Bryce y las últimas canciones de Sabina ya no me gustan como antes: es para que consiga sobrevivir emocionalmente a sus muertes el día que sucedan. Si todavía no he procesado la de Ángel González y la de Fernando Fernán Gómez y no eran de mis favoritos!!

No digamos la de Bergman y Antonioni, en una semana. Me pasé todo ese mes lamentando el fin del mundo!

Van dos videos:

El monólogo inicial de Annie Hall y la presentación de Boris Grushenko a Napoleón. Lo siento, pero para mí Woody Allen está doblado y fueron las que encontré en el tubo:

(es más, para mí, Woody Allen está doblado al gallego, que es donde vi las nosécuántas primeras, en uno de aquellos ciclos...)







Ay, Woody!

Por lo demás, tengo mocos y no quiero ni estudiar ni hacer el examen. Maldigo la hora en que no me llegó con ser romanista y decidí terminar portugués.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Modigliani

Hacía tiempo que no empapelaba esto con desnudos, pero cada día me planteo más el crear una etiqueta...

Hoy, Modigliani, recostados:















Y sin recostar: