Mi gata es mucho más blanca. Y mucho más pequeña. Y juega al fútbol con pedazos de galleta. Y salta que se mata cuando agitas una cuerda... también quería cargarse el cargador del móvil. Y bebía leche al mismo tiempo que yo, y me miraba.
Mi gata (la gata que desde ayer vive con nosotros, debería decir, pero el posesivo es un síntoma de cariño) aún no tiene nombre.
Ni fotos, porque mi cámara ha decidido estropearse el día que llegó la gata. Es como yo y no le gusta que le roben el alma.
Mi gata llegó a casa el día siguiente al libro de Balthus, el rey de los gatos.
Y tendrá nombre, claro que tendrá nombre.
Me encanta mi gata.
He dicho alguna vez que me encanta este cuadro?
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