viernes, 20 de agosto de 2010

Erzsebeth

MUERTE POR AGUA


Está parado. Y está parado de
modo tan absoluto y definitivo
como si estuviese sentado.

W. GOMBROWICZ

El camino está nevado, y la sombría dama arrebujada en sus pieles dentro de la carroza se hastía. De repente formula el nombre de alguna muchacha de su séquito. Traen a la nombrada: la condesa la muerde frenética y le clava agujas. Poco después el cortejo abandona en la nieve a una joven herida y continúa viaje. Pero como vuelve a detenerse, la niña herida huye, es perseguida, apresada y reintroducida en la carroza, que prosigue andando aun cuando vuelve a detenerse pues la condesa acaba de pedir agua helada. Ahora la muchacha está desnuda y parada en la nieve. Es de noche. La rodea un círculo de antorchas sostenidas por lacayos impasibles. Vierten el agua sobre su cuerpo y el agua se vuelve hielo. (La condesa contempla desde el interior de la carroza). Hay un leve gesto final de la muchacha por acercarse más a las antorchas, de donde emana el único calor. Le arrojan más agua y ya se queda, para siempre de pie, erguida, muerta.


Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta

o

Valentine Penrose, idem


No vean, por piedad, por amor a la Bathory, a los psicópatas, a Caravaggio, al cine y a todo lo que quieran, la última adaptación (checa, de hace un par de años). No lo hagan. Perderán muchas horas de su vida, se cabrearán si amaban a Erzsebeth y extrañarán todas las torturas bonitas que le daban glamour; sólo verán una supuesta víctima de las envidias con una peluca terrible y sin ningún parecido a la condesa y se desesperarán esperando que empiece a desangrar chicas para manenerse blanquita y joven. También se tirarán de los pelos por la mala imitación de Guillermo de Baskerville y Adso de Melk en patines (rigurosamente cierto), la relación con Caravaggio (¿alguna noticia de que Caravaggio alguna vez haya pisado Hungría y/o se haya acostado con alguna mujer?), que la sangre de doncella fueran pétalos rojos (!) y lo malísima y aburrida que es en general.

Ahora las seiscientas doncellas gimen todavía más alto cuando alguien se acerca al castillo.