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viernes, 20 de agosto de 2010

Erzsebeth

MUERTE POR AGUA


Está parado. Y está parado de
modo tan absoluto y definitivo
como si estuviese sentado.

W. GOMBROWICZ

El camino está nevado, y la sombría dama arrebujada en sus pieles dentro de la carroza se hastía. De repente formula el nombre de alguna muchacha de su séquito. Traen a la nombrada: la condesa la muerde frenética y le clava agujas. Poco después el cortejo abandona en la nieve a una joven herida y continúa viaje. Pero como vuelve a detenerse, la niña herida huye, es perseguida, apresada y reintroducida en la carroza, que prosigue andando aun cuando vuelve a detenerse pues la condesa acaba de pedir agua helada. Ahora la muchacha está desnuda y parada en la nieve. Es de noche. La rodea un círculo de antorchas sostenidas por lacayos impasibles. Vierten el agua sobre su cuerpo y el agua se vuelve hielo. (La condesa contempla desde el interior de la carroza). Hay un leve gesto final de la muchacha por acercarse más a las antorchas, de donde emana el único calor. Le arrojan más agua y ya se queda, para siempre de pie, erguida, muerta.


Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta

o

Valentine Penrose, idem


No vean, por piedad, por amor a la Bathory, a los psicópatas, a Caravaggio, al cine y a todo lo que quieran, la última adaptación (checa, de hace un par de años). No lo hagan. Perderán muchas horas de su vida, se cabrearán si amaban a Erzsebeth y extrañarán todas las torturas bonitas que le daban glamour; sólo verán una supuesta víctima de las envidias con una peluca terrible y sin ningún parecido a la condesa y se desesperarán esperando que empiece a desangrar chicas para manenerse blanquita y joven. También se tirarán de los pelos por la mala imitación de Guillermo de Baskerville y Adso de Melk en patines (rigurosamente cierto), la relación con Caravaggio (¿alguna noticia de que Caravaggio alguna vez haya pisado Hungría y/o se haya acostado con alguna mujer?), que la sangre de doncella fueran pétalos rojos (!) y lo malísima y aburrida que es en general.

Ahora las seiscientas doncellas gimen todavía más alto cuando alguien se acerca al castillo.



lunes, 14 de junio de 2010

Morir como muere un animal pequeño en los cuentos para niños




APROXIMACIONES




abrazando tu sombra en un sueño
mis huesos se arqueaban como flores

*

los bordes de silencio de las cosas
lo callado que recorre la presencia de las cosas

*

estos ojos
sólo se abren
para evaluar la ausencia

*

quién me perdió
en el silencio fantasma de las palabras

*

pasos en la niebla
del jardín de lilas
el corazón regresa
a su negrura

*

quisiera vivir siempre
como algo olvidado en la mano de un muerto

*

¿Por qué escribo?
Por qué sollozo en madrugada
Por qué de pronto este sabor a canto de cisne
Esta espuma verde acumulada en la garganta

Mi corazón es absurdo como una máscara en la lluvia
El espanto lo asemeja al mar
Mi cuerpo es una invasión de tambores en el silencio de la noche

Por qué estas noches como un oasis para brujas
Por qué esta conjuración de ausencias
Este secuestro de la hija del viento

Me rodea en la noche una logia exterminadora
te llamo y no vienes
Te amo y no vienes

Por qué viniste como el relámpago
y me dejaste sola en lo devastado

Si escucharas mi rumor a celda minúscula
poblada de agonizantes
mi jadeo de asfixiada

Si de pronto me vieras en la orilla del despertar,
cantante enmudecida en la cima de su asombro
Si me vieras atada a tu rostro

*

Canciones ambiguas
De algún país arrasado por las lluvias
Canciones de campaneros
memorias de algún hombre que la noche amó

*

un pueblo de luz arderá en la sombra

*

Si un mar por una lira
ángeles furiosos ahogó en el viento

*

noche amada nunca como ahora
en que la pierdo
en lo incierto del día
que rompe lo que me une a mi vida

*

todos comprenden lo que nadie
nadie comprende lo que todos

*

no lejos del alba nace el día
visión de las últimas flores
la luz gira en mi rostro que esperaba
las nupcias de los cuatro elementos

*

siempre habrá el miedo de otras voces
el miedo de otras voces

*

es tarde para reconocer el sol
el sol está y mis ojos cantan
el sol está su primavera es negra
el sol está y es tarde

*

éste es mi invierno elegido
éste es mi deber ante la niebla y lo confuso

*

querer quedarse queriendo irse

*

El amor dibuja en mis ojos el cuerpo anhelado
como un lanzador de cuchillos
tatuando en la pared con temor y destreza
la desnudez inmóvil de la que ama.

Así, en lo oscuro, fragmentos de los que amé,
lúbricos rostros adolescentes,
entre ellos soy otro fantasma.

A veces, en la noche,
me dijeron que mi corazón no existe
pero yo escucho canciones ambiguas
de un país arrasado por las lluvias.

*

Lo que no te dieron.
Lo que no te dan.
Noviciado atroz.

*

así iba yo devorando tinieblas
una flor en mi mano de sonámbula
una sonrisa ajena pegada a mis labios
mi cuerpo desnudo como una palabra
mis deseos abrazados a su imagen

*

si solamente hicieran una hoguera en mis labios
para quemar las sílabas que no se unen

*

el gran pájaro de cuerpo de paja teclea el invisible piano de viento

*

La luz amontonándose inservible a espaldas del sol. Niebla en el pozo. Hacer dibujos en un viejo muro rosado.

*

pájaros polvorientos
con sangre vieja en las alas
flores de metal olvidadas
telarañas enamoradas del espacio
en donde vive el tiempo que pasa

*

se han ocultado
entre los sonidos de la noche

*

El jardín triangular
que oprimo en mi mano
chorrea flores de agua
Abejas de perfume azul
fosforecen como ojos enemigos
incrustados en mis huesos

*

soledad cerrada y dichosa
promesas de súbito cumplidas
como campanas en un amanecer helado

*

detrás de las formas sin consuelo
el día se abre como un canto doloroso
un alarido mágico formulador en el viento

*

Apenas remitida del cielo cerrada
en donde yo era sin color y sin forma
sólo una contemplada.
Apenas devuelta de crepúsculos
de playa sola, de corazón silenciosa.

*

Yo creo en los espejos

*

La noche canta amordazada
Corazones incendiados
en la memoria de mi boca
me penetran vasos vacíos.

*

En la cavidad iluminada
en que este instante es perla pródiga
escucho el ronco abrirse de mi memoria
como una puerta al viento

*

Si morir es memoria cerrada

*

Yo trabajo el silencio
lo hago llama

*

I

Yo no canto, no celebro,
no bailo desnuda y ebria
sobre mi ataúd.
Pero yo le ruego al poema,
yo le pido la luna al poema.


II

He desatado el corazón de la lluvia

Antiguas baladas
alimentaron mi silencio.


III

El amor es este viaje inútil, pero muy suave,
al otro lado del espejo.

Tantas criaturas en mi sed y en mi vaso vacío.


IV

La niña que fui
ahora en mi memoria
entre mis muertos

De lágrimas se nutrirá mil años
De destierro el sonido de su voz

*

yo vi ese rostro partir la mañana
en dos noches iguales.
Mi cuerpo se pobló de muertos
y mi lengua de palabras crispadas,
ruinas de un canto olvidado.

*

COMO YO LA QUERÍA
Morir como muere un animal pequeño
en los cuentos para niños.

Eso tan terrible.
Lleno de hermosura.

*

Las cosas amarilleaban frente a mis ojos
recién venidos de un sueño de otoño.

*

Si la noche no es azul,
si el verano es una lenta plaga.

*

habla al gran espacio vacío
en donde corre una niña
que ya no reconoces

sólo deseo no tener nada con nada

*

Has dicho tantas palabras
que ya no te atreves a oírte llamar.

*

En mis huesos la noche tatuada.
La noche y la nada.

*

Escribes poemas
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es

*

El aire se eternizaba
En caras plateadas o coléricas

Se puede morir de presencias

*

Hay un rostro salvajemente asomado al día
que se abre en dos noches iguales.

¿Quién cantará al amor?
No yo.
Yo amo.

*

y finalmente

un himno sin desdicha
un sueño como una estrella

*

ebria del silencio
de los jardines abandonados
mi memoria se abre y se cierra
como una puerta al viento

*

Perdida en el silencio
de las palabras fantasmas.
Si vivir es memoria cerrada
quién me pierde
en el silencio fantasma
de las palabras

*

Zona de la visión perpetua.
Yo la atravesé en un misterioso gemido.

*

Yo he dado el reino de mi edad a la noche de los cuerpos
para saber si hay una luz detrás de la puerta cerrada.

*

En un lugar de temblores
manos oscilan enamoradas
en la dulzura de mi rostro
sobre tu oscuridad ardiente.


Alejandra Pizarnik

jueves, 27 de mayo de 2010

Debilidades literarias (I)

(Pasadas, presentes y parece que futuras)

Ante todo y sobre todo los vampiros. Y el terror. Castillos, doncellas con vestidos blancos y cabellos flotantes. Cadáveres en lagos. Pueblos remotos de habitantes emparentados con seres de las profundidades.

Nínfulas y fáunulos. Dolores Haze y Tadzio. Annabel Lee.

Chicas muertas, mejor ahogadas.

Panero (hijo: Leopoldo María). Locos (tanto autores como personajes). Malditos. Lúcidos que pagan con la locura.

Oscar Wilde, entero. Por decadente, por autor de cuentos que llegaron antes de saber leer, por fantasmas que terminaban pintando manchas de sangre verdes. Por ruiseñores que cantan toda la noche para nada. Por lagunas enamoradas de sí mismas que se miran en los ojos de Narciso. Por princesas que bailan con pies como palomas. Por sirenas abandonadas por no tener pies. Por esfinges sin secreto. Por cuadros que envejecen por sus dueños.

Bryce, por borracho de bar que te cuenta como su chica lo ha dejado y cómo el surrealismo lo ha llevado hasta allí (el bar, la chica, la ruptura, Europa). Por creerse literalmente lo de "al agua patos". Por un lunar de carne en el rostro más bello. Por rematar la oligarquía limeña sin darse cuenta. Por borracho. Por tembleque. Por insomne. Por sus citas.

Poe, por ser el primer paladeable. Por las chicas muertas. Por los dientes, de Berenice por los radiantes ojos de lady Ligeia, por los cuervos que dicen nevermore, por los reinos junto al mar y las aliteraciones, porque la forma del cuerpo le es más esencial que su propia sustancia y porque fue mi primer amor.

Vera, un cuento cruel de Villiers y la llave de la tumba.

Bradbury y los ambientes angustiosos. Una nueva casa de Usher, una guadaña que maneja el mundo, enanos en laberintos de espejos, medusas que te llaman por tu nombre, marcianos amarillos, bomberos que queman libros y libros vivientes que recitan el Eclesiastés, norias que te hacen envejecer o rejuvenecer y momias mexicanas.

Las elegías de Miguel Hernández. Las elegías en general. Miguel Hernández, hasta cuando escribe poemas de amor.

Phillip Roth y sus personajes retorcidos y que nunca son lo que parecen. Zuckerman mayor y observando el mundo. Un ruso del XIX vivo, norteamericano y judío.

Martín y Alejandra. Fernando Vidal Olmos. Los ciegos. Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne. Bruno. Madrecloaca. Niñamurciélago. El parque Lezama de Buenos Aires, Lavalle, el loco Bebe, el Mirador, una cabeza en una sombrerera. Sabato. Sabato. Sabato.

Blas de Otero. Celso Emilio Ferreiro. Gil de Biedma.

Llamadme Ismael y embarcadme en un barco ballenero, con un arponero tatuado y un capitán con una pata de hueso de ballena. Llevadme con el Corsario Negro a vengar a sus hermanos el Corsario Rojo y el Corsario Verde. Hacedme naufragar en una isla desierta y no sólo como Robinson Crusoe, sino también con un lobo de mar loco (a la chica os la podéis quedar), siendo un niño pequeño criado por monos o con un montón de adolescentes y una caracola.

Háganme batirme con tres mosqueteros en un lapso de tiempo de tres horas.

Pídanme que dibuje un cordero.

O enséñenme que todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros. Que lo peor del mundo varía según la persona.

Léanme poemas sobre el destierro o el exilio político. Háganme sentir, por un momento, que creo que patrias, países, fronteras y tonterías así existen.

Gritemos todos "¿quién levantó los olivos?".

El infierno son los demás.

Lloremos todos la muerte de Manuel, el portugués, aunque lloremos más con la película. Vayamos con Mowgli por la selva y olvidemos la versión de Disney en la que los monos cantan jazz diciendo "quiero ser como tú". Recordemos, de paso, que la sirenita de Andersen no se casa con el príncipe y que nos gusta tanto el soldadito de plomo sin una pierna como nos gusta el Príncipe Feliz de Oscar Wilde. Y la foca (volvemos a Kipling) cuyo nombre hemos olvidado. Erizos y tortugas que intentan mimetizarse con el otro y se convierten en armadillos.

Marley estaba muerto y a Nancy la hostiaban. Oliver se atreve a pedir más.

Alejandra Pizarnik, con la regla, computa como intento de suicidio.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

(A la mañana siguiente, Cesare Pavese no pidió el desayuno)

(Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas)

La carne es triste y he leído todos los libros.

¿Dónde van los cisnes de Central Park cuando llega el invierno?

Caballeros artúricos y doncellas con castillos estupendos oportunamente disponibles. Reinas que se lían con el sobrino o el colega del rey. Hermanas hadas celosas y con mala baba. Combates donde cortan al malo por la mitad y, con suerte, también al caballo.

Adúlteras con maridos aburridos y amigas que comen bacalao que se deshace en lascas en la boca. Adúlteras de las que su amante se aburre. Adúlteras a las que les mola el cura. Enredos varios decimonónicos.

Rusos explorando todas las posibilidades de la naturaleza humana, como define un personaje de Phillip Roth.

Frivolidades en la campiña inglesa. De Wodehouse a Saki, pasando por Forster. Si hay asesinato, también mola.

Detectives con gabardina que no duermen, fuman mucho, beben más y siempre se lían con la chica. Si viven en Los Ángeles y en plena Ley Seca, mola más.

Retrasados que acarician ratones dentro del bolsillo. Familias que recogen cajas de melocotones muy rápido y no vale. Perlas que destrozan vidas. Historias de las que una parte pasa a ser peli de James Dean.

Médicos que se convierten en degenerados por las noches. Curas que sueñan ser libertinos que no saben si sueñan ser curas. Sabios que no saben si sueñan ser mariposas o mariposas que sueñan ser sabios.

Médicos en Estocolmo que pasean y tienen dilemas morales que en ningún caso redundarán en su beneficio.

Magas que llaman a su hijo Rocamadour y lo dejan morir. Botes de nescafé, hermanos que tiran la llave de la casa por la alcantarilla, terrarios con hormigas.

La estulticia, el error, el pecado, la mezquindad.







(Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar)


jueves, 18 de junio de 2009

Summertime




Summertime

And the livin’ is easy

Fish are jumpin’

And the cotton is high


Oh your daddy’s rich

And your mamma is good lookin’

So hush little baby

Don’t you cry


One of these mornings

You’re goin’ to rise up singin'

Then you’ll spread your wings

And you’ll take the sky


But till' that mornin'

There’s a nothin’ can harm you

With daddy and mammy

Standin’ by




A veces (muchas) Jose tiene razón al compararme con Janis Joplin. No sólo porque en cuanto empieza el buen tiempo parezco recién salida de Woodstock, sino por infinitas cosas que él, yo y media docena de seres más, sabemos.

Razón tenía Alejandra Pizarnik cuando escribió EL POEMA a Janis Joplin. Desde que lo conozco quiero hacer una entrada con él en el blog.


Para Janis Joplin (fragmento)

a cantar dulce y a morirse luego

no:
a ladrar.

así como duerme la gitana de Rousseau
así cantás, más las lecciones de terror.

hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.

hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña mostruo



Este verano, por fin, no me voy a la ciudad en la que crecí y que tanto odio, sino que me quedo aquí. Me quedo a terminar el TIT (hacer, mejor dicho) a trabajar y a no estar allí. Aquí no hay mar, pero hasta eso es soportable. Es llegar a Ferrol y que todo lo que se parezca remotamente a la estabilidad (si es que se puede hablar de estabilidad en lo que a mí respecta) se vaya al carajo. De un momento a otro y sin avisar. Un fin de semana, unos días, es tolerable. Más, es una tortura.

Cuando tenía quince años (o trece, o catorce, o dieciséis o los que fueran) no era esta exactamente la concepción de desplegar las alas e irme lejos que tenía. Aunque supongo que el tener que quedarse en casa escribiendo sobre la figura del caballero entre dos damas en la narrativa cortés compensa el hecho de no ir a morir de sobredosis a los veintisiete. Porque creo que, de todas las maneras imaginables de las que puedo morir joven, la heroína es la menos probable. Seguida de cerca por un ataque terrorista sobre la catedral justo cuando vaya hacia la facultad y pase por delante.

Estos días, mientras redacto o no el TIT y escucho a Janis Joplin sigo maravillándome de estar (y llevo ya varios meses y nada parece indicar que vaya a terminarse pronto) en uno de esos rarísimos momentos en que el optimismo desborda y las canciones tristes (o no) y los poemas y todo aquello con infinitas dosis de desesperación y altas probabilidades de catarsis son sólo eso: poemas, canciones, películas, cuadros, lo que sea, pero no las señales que me fueron dejando otros para seguir adelante. El optimismo es cojonudo. ¿Por qué los largos periodos de tiempo que estoy en crisis no lo recuerdo?


viernes, 14 de noviembre de 2008




ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

Alejandra Pizarnik



Ya no sé llorar...

lunes, 10 de noviembre de 2008

O joven muerta jadeando en la gran garganta oscura

FORMAS

no sé si pájaro o jaula
mano asesina
o joven muerta jadeando en la gran garganta oscura
o silenciosa
pero tal vez oral como una fuente
tal vez juglar
o princesa en la torre más alta.

Alejandra Pizarnik






Alejandra Pizarnik y Munch (lo dije aquí, lo dije en tres fotologs) se necesitan mutuamente. O puede que los necesite yo, juntos, los días que lo único que quiero es que la vida me deje en paz y largarme a lamerme heridas. No lo sé.

El texto cayó en, al menos, dos fotologs. Curiosamente, con Rossetti. Con Rossetti va Alejandra otras veces, las veces que me siento princesa en la torre más alta.

Hoy no sé lo que me siento, si pájaro o jaula, si piedra en la que tropezar o animal que tropieza. Nunca mano asesina, siempre joven muerta.

Además, hace dos meses y medio (casi) que perdí la capacidad para el llanto catártico.

Total, ¿para qué? ¿Para esto?

En un rato soy libre para lamerme heridas.

Últimamente, es lo único que sé hacer.

viernes, 24 de octubre de 2008

La distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso (Alejandra Pizarnik, claro)




CANTORA NOCTURNA

Joe, macht die Musik von damals nacht...

La que murió de su vestido azul está cantando.
Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
muerto.

Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.

Ella canta.


Alejandra Pizarnik


La imagen, la Blancaflor de Rossetti.

Y este es el momento en que creo una etiqueta para Alejandra Pizarnik y otra para Rossetti.


jueves, 16 de octubre de 2008

La noche sufre



La noche se astilló de estrellas

mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te...

La noche sufre.


Alejandra Pizarnik




Sí, esta podría ser una entrada del fotolog. Siempre ponía a Alejandra con Munch. Son tal para cual.

El cuadro de hoy es el Lady of Shalott de Waterhouse. Que fue una de las primeras entradas del primer annabel lee con el principio de Berenice (mysery is manifold, etc. Aquí en inglés y aquí en español). Ese, exactamente ese, fue el momento en que el siglo XIX se apoderó de mi fotolog.

Ese día prometí contar la historia de la doncella de Escalot y aún no lo he hecho. Y ahora tampoco es el momento. Tengo más o menos la misma cara que ella y el mismo estado de ánimo.

Mañana será otro día y el mundo seguirá girando. Conmigo dentro, me temo.

Buenas e insomnes noches.

jueves, 9 de octubre de 2008

Más Munch... y Alejandra Pizarnik. Y mi libro favorito
















EXILIO

a Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

Alejandra Pizarnik


Esta entrada empezó teniendo muchos más cuadros de Munch y se fue haciendo sola, como en los buenos tiempos del fotolog. El texto aparecía siempre con cuadros de Rosetti, tal vez porque sólo Elizabeth Siddal con la cabeza reclinada puede transmitir la manía de saberse ángel. Pero hoy no me siento mujer fatal, sino todo lo contrario. Aunque la sombra haya muerto. Las sombras son como la energía: ni nacen ni se destruyen, sólo se transforman.

Además, el resto de poemas de Alejandra Pizarnik de mi fotolog iban con cuadros de Munch. Parecían necesitarse mutuamente.

Sé que tengo que hacerme mayor y encontrar un pintor más sosegado como favorito. También debería cambiar Sobre héroes y tumbas por, no sé, algo menos paranoico y desgarrador. Lo que sea. Cualquier cosa duele menos que la historia de los ciegos y el hombre que los sigue y su hija y el amante de ella y el amigo de casi todos que observa: el que pone las notas al pie. Hacerse mayor debe ser eso, dejar de buscar respuestas en los libros. Dejar de buscar respuestas para dejar de hacerse preguntas. Paradójico que lo mismo que nos mata sea lo que nos mantiene con vida. Y viceversa.

Hace diez días que puse una batería de cuadros de Munch, al grito de que, al final, ver su obra es la única catarsis que vale. Y leer Sobre héroes y tumbas. La primera vez que lo leí, me lo puso en la mano mi madre, a quien acababa de contar lo muchísimo que me había gustado El túnel. A ella no le había gustado porque había empezado al revés: primero Martín y Alejandra (y Fernando, y Bruno, y los ciegos); luego Juan Pablo Castel y María Iribarne. Y así no se puede. Yo tenía dieciséis años y estaba de excursión de fin de curso. Pernoctar, pernoctábamos en Torremolinos, pero estuvimos en Granada y en Córdoba. En el autobús pusieron El hombre de la máscara de hierro y yo no soportaba tamaña violación a los mosqueteros, así que saqué el libro que había llevado. Siempre, siempre llevo un libro encima. Generalmente, más. No contaba la historia de mi vida, era mucho más terrible. Mi vida, todo lo que dolían mis dieciséis años de adolescente incomprendida (ahora sé que es lo más normal del mundo, pero entonces no lo sabía) no era nada comparado con como me dolía la historia del libro. Nada.

La última vez que lo abrí (hasta hace menos de un mes, camino a Sevilla), lo dejé a medias. Hacía días que había muerto mi madre y, por una vez, la vida tenía algo contra lo que no se podía luchar. Yo nunca había sido luchadora: un par de años antes de la primera lectura de Sabato me había tomado todo el botiquín. Intenté suicidarme a base de analgésicos: entrañable y completamente inefectivo. Días después empezó la vorágine de pruebas a mi madre, que culminaron en el diagnóstico de dos hepatitis y una cirrosis. Sin emborracharse nunca en su vida, joder.

Mi madre no era como yo. No se atormentaba estúpidamente (y con ello no quiero decir que fuera feliz, aunque creo que lo fue más de lo que estoy preparada para serlo yo) y hacía más o menos lo que se esperaba de ella. Se llevaba estupendamente con sus padres y se casó jovencita con el único novio que había tenido, dejó de trabajar por ello, tuvo dos niños y, quince años después, a mí. Leyó tanto como yo o más y con menos orden, si cabe. No prefería las catarsis, sino las evasiones. Viendo películas, pedía que fueran de miedo y de risa todo a la vez. El primer libro que compró con su dinero fue el Romancero Gitano, en el 53. Tenía doce años. Jamás se le habría pasado por la cabeza suicidarse, ni a los catorce ni después. Nunca, nunca entendió por qué lo había hecho yo.

Pese a ello, y definiéndolo como "un libro inolvidable", me puso en la mano el libro que sería mi máxima obsesión siempre. Incluso durante los cinco años que no lo abrí ni una sola vez, no podía no pensar como lo habría hecho Martín. O Bruno. O Alejandra. O Fernando, según tuviera el día. Puede que a los espíritus menos atormentados este tipo de libros hagan más mella. Si no, no me lo explico. No me explico lo suyo, no lo mío. Lo mío estaba claro desde siempre, desde que era de los libros que más cambiaban en la estantería de casa desde que tuve permiso para coger más o menos lo que quisiera. Y durante muchos años no supe que era una novela. En mi casa hay millones de revistas de Historia, algo así como la mitad de los libros publicados en los últimos treinta años sobre la Guerra Civil y un par de docenas de tema histórico aleatorio. Así que yo me quedaba con los de ficción, que eran más y mucho más emocionantes. Y estaban mejor escritos. Cuando mi madre me habló de él, yo lo había visto montones de veces y no lo había abierto ni una sola. Ni una. Recuerdo comentar que sí, que era un libro que parecía perseguirme y que hasta ese día no me había fijado nunca en su autor. Y que pensaba que era algo así como un sesudo estudio antropológico sobre ritos funerarios. Y ahí vino la definición de "libro inolvidable". Y yo me lo llevé de excursión.

No fue Herman Hesse quien me enseñó a paladear la locura: fue Sabato. Antes, había sido Munch. Después, vinieron otros. Pero nadie supo hacerme ver el horror como ellos. Nadie.

No dejo un párrafo de El túnel ni de Sobre héroes y tumbas (aunque deje los links a las dos en pdf), sino de Abbadón el exterminador. La que he leído menos y la que menos duele. La que está encima de la mesilla esperando relectura. La que no está en pdf en la web.

"Una novela sobre esa búsqueda del absoluto, esa locura de adolescentes pero también de hombres que no quieren o no pueden dejar de serlo: seres que en medio del barro y el estiercol lanzan gritos de desesperación o mueren arrojando bombas en algún rincón del universo."

Ahora, quien me conozca puede buscar motivos por los que pudiera no gustarme Sabato. No los va a encontrar.

Hoy ha sido un día demasiado largo y yo debería estar durmiendo. Como siempre.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.





CAMINOS DEL ESPEJO


I

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.


II

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.


III

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.


IV

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.


V

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.


VI

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.


VII

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.


VIII

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.


IX

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.


X

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.


XI

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.


XII

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.


XIII

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden.
¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.


XIV

La noche tiene la forma de un grito de lobo.


XV

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.


XVI

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.


XVII

Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.


XVIII

Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.


XIX

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.


Alejandra Pizarnik



El cuadro es la maravillosa Venus Verticordia del señor Dante Gabriel Rossetti. El texto pertenece a un libro de título tan evocador como es Extracción de la piedra de la locura. Lo único que puedo aportar es que me parecen dos de las obras más dolorosamente bellas que conozco. A ella la reverencio; él no es de los prerrafaelistas que más me gustan pero, con esta obra, caigo rendida a sus pies.

Mi ciclotimia y mi tendencia melodramática bien, gracias. Se han hecho amigas.

sábado, 12 de julio de 2008

Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa




CONTINUIDAD



No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío –dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame –dije.


Alejandra Pizarnik

martes, 8 de julio de 2008

Creo que mi soledad debería tener alas



LA CARENCIA



Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.


Alejandra Pizarnik

miércoles, 18 de junio de 2008

LEJANÍA



Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Por qué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?



Alejandra Pizarnik






Eso digo yo. ¿Por qué?