martes, 19 de febrero de 2013

Rectificación (de amor eterno)

Quien me conoce, sabe que me mola el terror y que, si bien no necesito estar viendo o leyendo terror a diario, es el género que me hace feliz, desde siempre. Siempre es siempre. Y siempre, siempre, siempre, había tenido una excepción: Stephen King.

Tiene una explicación que he dado muchas veces: yo tenía 11-12-13 años y me gustaba el terror. El terror sobrenatural: fantasmas, vampiros, hombres lobo (brujas, jinetes sin cabeza, zombies, Poe, qué sé yo) y no mucho antes había dejado caer con mohín de disgusto "La sombra sobre Innsmouth" porque "bah, son todos lagartos", no me juzguen (sí, de los 10 a cuando ya estaba en la Universidad, pasé totalmente de Lovecraft porque "eran todos lagartos": la precocidad tiene un precio). El tema es que si eran todos lagartos (y eso no molaba), ahora me cuentan la gracia que le podía ver yo a que el San Bernardo de no sé quién cuya mujer le había puesto los cuernos (sabiendo todo lo que sé hoy de la narrativa de Stephen King) se pusiera rabioso, tardara siglos en morderle a nadie (no lo recuerdo pero, Stephen: seguro) y al final seguro que todo quedaba en una pesadilla y punto. Mal. No gusta. 

Y empezó el "yo soy más cabezona que el mundo" que tantos disgustos me ha dado y una amiga, que había venido conmigo al colegio de pequeña y vino en BUP a aquel al que yo me había cambiado y era forofa, me prestó El misterio de Salem's Lot al grito de "Cujo no, pero este te va a flipar". Primer error: ya entonces era demasiado fácil decir que me iba a gustar un libro si salían vampiros (sí, hay que quererme) y, claro, primera escena, no sé cuántas cajas de tierra ("oh, un vampiro", QUÉ ORIGINAL). Mis referencias vampíricas a la sazón (además de Rüdiger y la Hammer y la Universal) eran Drácula y Soy leyenda y en El misterio de Salem's Lot lo que no evoca uno, evoca otro y, bueno, yo tomé por plagio lo que era emulatio, ¿vale?

Y luego me prestaron (ya a partir de los 16, por quien lo hizo, Los ojos del dragón que meh, me había gustado mucho más pero, otra vez, NO ERA TERROR y yo estaba empeñada en que no me gustaba Stephen King.

Y sí, claro que oí millones de veces que "los primeros estaban muy bien pero luego las ventas, bestseller, blablabla" y "a mí no me gustaba Stephen King y punto" y bastante arrepentida estoy para que ustedes hagan leña del árbol caído, en serio.

Todavía, en el momento más pedante de mi vida, leí El corredor de la muerte, entre otros varios del estilo que me prestó Jose en el verano de primero para segundo (otro día hablamos de cómo y cuándo volvió Jose a mi vida después de pasarse dos años por el Sur y etc. Recordemos que a mí "no me gustaba Stephen King" y en aquel momento (en que leía mucho menos terror que en cualquier otro de mi vida, ahora que lo pienso) el "no me gusta" pasó a ser "odio a Stephen King, hacedme el puto favor de no intentar convencerme más de que me va a gustar porque no". Y no, me da igual que El Resplandor, Carrie o la chingada madre que los recontramilparió a todos fueran obras maestras o cosas meramente interesantes: NO. No, no y mil veces no: no me interesaba leer a Stephen King.

Y me lo fui saltando (aunque me gustaban las películas que hacían de sus novelas y tropecé con algún cuento que bien "y a lo mejor resulta que la caga por escribir tantas páginas" -perdóname, Stephen, no sabía lo que decía-) hasta abril de 2012, que Joe Hill (que esplende) mediante, decidí por fin averiguar si El Resplandor era interesante al margen de la película o no. La madre que me parió, que era una santa y tantos amores literarios me ha transmitido (y a quien le gustaba el Stephen King del principio, por cierto), qué feliz me hizo, cuántas partes de mi anatomía cambiaría yo por escribir algo lo mitad de bueno alguna vez en mi vida. 

Y lo dejé pasar porque, bien, ya hemos reconocido que Stephen King al principio no lo hacía mal. 

Y luego leí Carrie porque... pues creo que porque le leí a alguien que la estaban dando en la tele y, joder, Carrie también era la polla. Y seguí a mi vida y mis lecturas.

Y Misery porque era la vuelta a escribir bien (pero no) después de tanto bestseller (y, "mira, esta es mi obra" y "me cago en todo, Stephen, que empezabas a caerme simpático") e It porque mi generación creció temiendo a Pennywise el payaso y "aquí abajo todos flotan, y vosotros también flotaréis" y cómo se le había ido de las manos y como empezaba a reconocer (yo, que iba por el cuarto, además de los que había leído años atrás) motivos y sitios y... dicen goodreads y el kindle que van unos 30, entre ellos seis de La torre oscura (que el primero, no mucho) y los dos que escribió con Peter Straub y unos son mejores (algunos me han hecho muy muy feliz) y otros son tirando a malos con ganas pero pero pero... pues así como hace tres años, Buffy me salvó la vida, el año que pasé en Zug, durante los peores meses, me la salvó Stephen King. Y quien dice Stephen King, dice Richard Bachman.



Y entre el New Hampshire de Jonh Irving y el Maine de Stephen King, no tengo muy claro qué hago yo aquí en vez de allí, si esa zona debe ser algo así como el lugar geográfico de mi vida y ¿han visto los faros tan preciosos que hay en Maine?


No pongan esa cara: ya sabían que con las doncellas prerrafaelistas y los caballeros artúricos venía el terror, en pack. Si leen y aman a Stephen King, acójanme entre ustedes y, si son de los reticentes como era yo: denle una oportunidad. Stephen King mola. 

Me voy a Derry. Es que últimamente me cuesta conciliar el sueño por las noches y veo auras. Y al Rey Carmesí. Vigilen a sus niños y recuerden que hay otros mundos aparte de este. 





domingo, 17 de febrero de 2013

Sí, he vuelto

Hace más de un año, en algo que parece otra vida después de la vida en Santiago que parece que haya vivido otra persona, en clase de francés, se hablaba de si era factible hacer amigos por internet. La mayor parte de mis compañeras de clase de francés eran au pairs más jóvenes que yo, casi todas germanófonas y me odiaban un poco porque de los dos machos de la clase, uno me hablaba por español y otro, que era suizo (alemán), se sentaba siempre conmigo y daba para unos hilarantes diálogos sobre l'amour y etc, temas preferidos de la profesora y el libro de texto. Odio eterno de las germanófonas que no entendían como yo, con mis pelos de loca, mi pésima fonética, mis tres mil kilos de más y mi encanto natural acaparábamos la atención del hombre con quien compartíamos (no es plural mayestático: incluyo los pelos, la fonética, los kilos, el encanto, etc) idioma y aquel (más alto, más joven, más rubio, con más pelo en la cabeza -difícil en un suizo que calvos no, pero tienen cuatro pelos- y menos pestañas) con quien lo compartían ellas. Que también me llevara bien con la canadiense les molestaba menos porque debían ser todas heterosexuales. 

El caso es que el día de la conversación de internet y los amigos, los chicos (y seguro que alguna germanófona -para mí eran intercambiables casi todas menos un par más simpáticas y otro par más odiosas y la suiza alemana-) no estaban y yo era, con mi pésima fonética y más que terrible gramática (que hacía que la profesora no me entendiera y las germanófonas aplicadas me odiaran porque cómo podía ser, hablando tan mal, que mi nivel de comprensión las cuatriplicara siendo generosa (para con ellas), la única que defendía la posibilidad de hacer amigos, de los de verdad, por internet y ellas las que decían que no, que internet estaba muy bien para comunicarse con los amigos con los que uno podría tomarse unas cañas pero en vez de eso, se queda en casa mirando la pantalla (esa lectura la hago yo, que soy mala) o con los que uno ha dejado lejos para irse de au pair a Suiza. Que también. Eso dicen. Yo lo hacía, a veces. Pero también he sacado, de aquí, gente con la que llevo hablando día a día, más de tres años. Y no quiero señalar a nadie que sea mexicano y con quien mantenga una bellísima historia de no-amor por no hablar de una aún más bella amistad y que me aguanta como me ha aguantado poca gente en la vida y a quien quiero como a poca gente de dentro y de fuera de la pantalla. 

Hay gente que lleva cinco años en mi vida virtual, entrando y saliendo según la presencia que tengamos ambos en las redes sociales en las que nos leemos, hay gente que ha salido de la pantalla, gente que me ha contado sus penas (y sus alegrías), gente a la que se las he contado yo y etc. 

Y luego está Juan Antonio, que además de proporcionarme una deliciosa comunicación epistolar todos estos años (con lagunas, pero todos estos años), ha escrito esto:

http://juanantoniobj.blogspot.com.es/2013/02/sepanlo-todos-meryone-ha-vuelto.html

Y a mí me ha encantado. 

Mis germanófonas de clase de francés no habrían hecho amigos por internet y dudo que sigan siendo amigas entre ellas pero, pues ellas se lo pierden.

Ni idea de qué fue del suizo alemán ni del frontalier que venían conmigo a clase: yo estaba demasiado ocupada haciendo amigos reales en la órbita de Ginebra y virtuales allá por México. 

Sean buenos. Sí, estoy en Ferrol.