(y no olvidemos que el glamour es lo relativo a las hadas*)
Del glamour, de la ciclotimia y del frikismo. Por este orden. O por el inverso, más bien.
Van a dar las dos de la mañana y en cinco horas suena el despertador (ay!!). Acabo de llegar y la vida empieza a ir mejor. O eso parece.
Empezó a ir mejor a las nueve de la noche, cuando entré en un Gadis a comprar un zumo y algo más para cenar en casa de María y vi un montón de películas a cinco euros. Entre la mierda de rigor (mucha), me vendieron tres trozos de infancia. Sí. A cinco euros (4'90) cada uno. La novia de Frankenstein, Frankenstein y el Hombre Lobo y La mansión de Frankenstein; las delicias de quien ha crecido viendo Alucine los viernes por la noche en la 2. Y no olvidemos que Alucine empezó poniendo la Universal y, cuando se les terminó, pusieron la Hammer. Tres películas de terror de infancia. Tres! Y de la Universal...
Pero seguimos. A eso de las once y media se nos fue la pelotita y decidimos ir a tomar una cerveza. Además, teníamos boletos para el sorteo de un fin de semana en un balneario por el primer aniversario de La Taquilla como tal. No, no nos tocó, porque no fuimos. Estaba lleno y es jueves por la noche. Como que no. Pero fuimos (ya es tradición) a encontrarnos el Rock-a-Hula cerrado y fumarnos un cigarro fuera, maldiciendo nuestra suerte. Y no es que estuviera abierto, pero en el bar había luz y nosotras tenemos glamour. Y nos dejaron entrar. Nos dejaron entrar, nos invitaron a dos cervezas, nos contaron de las reformas (y más cosas) y Lou me trajo a casa. Ahora mismito.
El Hula sigue cerrado (aunque el plan es abrir mañana), pero nosotras allí estábamos, acodadas entre herramientas en la barra, con Lou y Juan, el habitual más habitual (o esa impresión me da a mí, que lo veo siempre que voy), hablando de un factible ciclo de cine de terror (sí!!!) y otros de más cosas, ahora que hay tele y DVD.
Creo que el mundo ha dejado de derrumbarse a mi alrededor. Al menos esta semana.
Y la semana que viene, tenemos el coloquio en el Piñeiro, así que no tendré mucho tiempo para que se derrumbe.
Además, los carteles nuevos tienen foto de disco de Crazy Cavan (que no he encontrado a un tamaño razonable para poner aquí) y Lou dijo que iba a intentar traerlos (!).
Queda Wildest cat on town. Que va a ser que no es la señorita Edgar Allan, también conocida como Folerpa.
Y, ya que estamos, la última foto que le saqué a Folerpa, ya crecida y sin mí detrás. Nuevamente con la cámara del ordenador. Más guapa, ella!
Y para quien que no crea en su crecimiento, otra de la misma noche que la primera. Lo de detrás, con un ojo tapado y cara de "no quiero salir, no quiero salir, no quiero salir!" soy yo, otra vez. La gata brilla porque no había luz en el salón por aquella época. Por eso hay, también, sombras inquietantes de las plantas en la pared. Y yo no tengo glamour porque estoy en pijama, que si no...
* y no olvidemos tampoco el origen medieval de las hadas, que tiene poco que ver con las amigas de Peter Pan en los jardines de Kengsinton... un hada medieval era básicamente una femme fatale. Viviana, la que encierra a Merlín en la torre de aire o en la cueva, según la versión, tras haberle sacado todos sus conocimientos; Morgana, la hermana de Arturo; Laudine, la mujer de Yvain. Y tantas otras...
Y no, para ser hada no hacía falta ser chica de portada de revista. Eran las únicas doncellas que no eran necesariamente o terriblemente guapas o espantosamente feas (y malvadas) en la narrativa artúrica. Otro punto para ellas.
Siempre quise ser Viviana y aprender todo de Merlín y encerrarlo en la torre de aire, en la versión con visitas y demás. Siempre quise un Merlín. Quién quiere un silfo pudiendo liarse con Merlín?
Bien! El TIT se acerca: hoy lo he matriculado y ya pongo notas al pie en las entradas del blog...
Y yo salgo de mi crisis siendo dispersa, como siempre. Tampoco es una mala señal.
Esta es Folerpa Edgar Allan. El ser ojeroso de detrás, con casi tanta cara de susto como ella (me encanta la cara de susto que tiene la gata, aunque es mucho más guapa) soy yo, evidentemente. Estoy diciendo "venga, gatita, mira para ahí que te va a sacar una foto". O algo por el estilo. Medio segundo antes (tiene una cuenta atrás de segundos) estaba con la pata levantada hacia el ordenador. Sí, encima la foto tiene el honor de ser la primera foto sacada con la cámara de mi maravilloso Mac, que aún no me creo que vive conmigo y eso que va para tres meses... No soy aficionada a hacer fotos y menos a salir en ellas. Menos aún a colgarlas en la red. Pero se me cae la baba con la gata. Y tenía que robarle un cachito de alma (y robármela a mí) para enseñarla al mundo...
El primero, es de mis cuadros favoritos. Ya lo había puesto, creo. En los dos meses que lleva mi segundo Once Upon a Midnight Dreary. También lo había puesto en el difunto annabel lee.
Me fascinan las nínfulas y me entusiasman las de Balthus. Son tan... inquietantes.
Mi gata es mucho más blanca. Y mucho más pequeña. Y juega al fútbol con pedazos de galleta. Y salta que se mata cuando agitas una cuerda... también quería cargarse el cargador del móvil. Y bebía leche al mismo tiempo que yo, y me miraba.
Mi gata (la gata que desde ayer vive con nosotros, debería decir, pero el posesivo es un síntoma de cariño) aún no tiene nombre.
Ni fotos, porque mi cámara ha decidido estropearse el día que llegó la gata. Es como yo y no le gusta que le roben el alma.
Mi gata llegó a casa el día siguiente al libro de Balthus, el rey de los gatos.