domingo, 30 de agosto de 2009

Pataleta

Si creyera en algún dios (y hubo un tiempo en que me enseñaron a creer en el de los cristianos), mis dolores de cabeza me harían renegar de su existencia. Como hace mucho tiempo que no creo en ninguno, reniego de Arturo, de los vampiros, de la vuelta de Elvis, de la posibilidad de un mundo más justo logrado a base de margaritas en pelos llenos de mierda (y yo siempre siempre llevo el pelo limpio, aunque también le ponga margaritas), de revoluciones para cambiarlo, de tocar los bongos y fumar porros. Reniego de las vacaciones (también son una entelequia), de la educación, de la Universidad. De la igualdad entre los pueblos y los seres humanos. De la belleza interior.

De las endorfinas, de la música, del cine, de la literatura. Del terror malo. De la amistad. De que una imagen valga más que mil palabras. De las metáforas. De las vitaminas.

Reniego de pisar la hierba, de la lluvia, del mar. Reniego, incluso, de la bombilla roja del Rock-a-Hula y de pasar la tarde entera en un lugar cómodo leyendo. Del té. Del whisky. De las bibliotecas. Del chocolate con almendras.

Y, en fin, de todo lo que no sea un analgésico.

Voy a intentar dormir (más) a ver si se me pasa. Fuck.

lunes, 24 de agosto de 2009

Grandes Noticias

Ya no me estoy doctorando y mi vida académica termina en cuatro asignaturas. Cinco si tengo problemas con convalidar los complementos de formación, pero esperemos que no. Luego el mundo está ahí fuera esperándome. No una tesis interminable, no: el mundo. Y ya no tengo diecipocos años y no le tengo miedo.

Además, voy a leer todo lo que no leí todo el tiempo que tenía que hacer un TIT que nunca debí matricular por segunda vez, a ver todas las películas que me he bajado últimamente (atrápame si puedes, SGAE), a dar paseos, a tomar whiskys y cervezas (y gintonics y todo lo que se ponga por delante) y... ah, sí: creo que mañana voy a apuntarme a un gimnasio. La antítesis de la libertad, lo sé, pero tengo la columna hecha un cristo últimamente y no me viene nada mal bajar unos cuantos kilos.

Puede incluso que, diez años después de decidir que los grandes lo hacían mejor, decida volver a escribir. La hostia. Buscaré un pseudónimo irreconocible (o no).

Búsquenme en las escaleras de la Quintana con un libro, bajo la bombilla roja del Rock-a-Hula o (nada es perfecto) preparando los exámenes de mis gramáticas portuguesas en la biblioteca de Filosofía que es la que abre por las noches. O en el Ramón Piñeiro por las mañanas.

O esperen a que dé señales de vida. ¿No la huelen? Es mi libertad...

domingo, 9 de agosto de 2009

Javier Krahe tiene dos canciones gloriosas a San Cucufato.






La otra tarde en una iglesia,
que era fiesta de guardar,
me dio un ataque de amnesia,
no podía recordar,
a quién coño fui a rezar,
yo,que siento por Jesús (bis)
¡repelús!.

Imaginad mi problema,
cualquier otro sin mi fe
con seguridad blasfema
o se va a tomar café,
pero yo no flaqueé
no podía estar allí (bis)
¡porque sí!.

"He perdido la memoria,
le expliqué a un santo varón,
eche una jaculatoria
o una salve a la intención,
tengo un lío del copón,
no comprendo, ay de mí (bis)
¡qué hago aquí!".

"Calma, me dijo el beato,
por mi honor de sacristán,
rezaré a San Cucufato
tus recuerdos volverán,
o sus huevos sufrirán."
Y le ató al pobre un cordel (bis)
¡que cruel!.

Recuperé por entero
gracias a su intercesión
la memoria y un mechero
que no entraba en la oración,
¡eso sí que es devoción!.
Le quedaba además (bis)
¡mucho gas!.

Le di lumbre a un monaguillo
y una hostia al sacristán
y les vacié el cepillo
a San Cosme y San Damián,
recordando que mi plan
era entrar a aquel lugar (bis)
¡a robar!.

Tú, que nunca vas al templo,
tú que estás en el error,
toma de mi historia ejemplo,
rectifica pecador
y recorre sin temor
los caminos del Señor (bis)
Sí, Señor.




He perdido el pudor, ya no tengo decencia
y me exhibo desnudo con cierta frecuencia.
¿Qué será
que este cuerpo gentil, visto así en cueritatis,
por dinero está bien y molesta si es gratis?
Yo no sé que será pero como no cobro
por desvelar mi piel, está visto que sobro.
Mi albornoz
¿dónde está mi albornoz, dónde está mi recato?
Mi extraviado pudor dame, San Cucufato.

San Cucufato, te enciendo esta vela.
Devuélveme el pudor,hace un frío que pela.

San Cucufato, los cojones te ato:
si no me lo devuelves no te los desato.

He perdido el amor, contraje matrimonio
y la paz conyugal me ha matado el insomnio
genital.
Cumplo como varón porque aún tengo reflejos
y mi buena mujer no va mucho más lejos.
Yo solía pasar largas horas de fiesta...
ahora, cuando ha lugar nos echamos la siesta
y a dormir.
¿Dónde está la avidez, dónde está el arrebato?
Mi dormida pasión dame, San Cucufato.

San Cucufato, te enciendo este cirio.
Devuélveme el amor, aquel viejo delirio.

San Cucufato, los cojones te ato:
si no me lo devuelves no te los desato.

He perdido el humor, me deshago en suspiros
viendo que fácil es, pero nunca es ni a tiros.
¡Que país!
Uno, pobre infeliz, tan dispuesto al abrazo
y la España Cañí va y le da un españazo.
Miro a mi alrededor, no le veo la gracia
pero la desgracia sí. De mi boca, reacia,
sale un jé,
pero un jé muy flojín, de media comisura.
Cucufato: mi humor o caeré en la locura.

San Cucufato, te enciendo esta bujía.
Devuélveme el humor, permite que me ría.

San Cucufato, los cojones te ato:
si no me lo devuelves no te los desato.


Por lo demás, ayer se casaron Javi y Mónica y fue uno de los días en los que mejor lo pasé de toda mi vida.

miércoles, 5 de agosto de 2009

De nínfulas y chicas tontas. Creo

No tengo vida últimamente porque estoy en recta final de un TIT que no digievoluciona como debiera pero que me impide hacer otras cosas. Lo normal y aquello que me caracteriza. Sueño con leer y leer y ver películas y películas y poder consagrarme de verdad a todo el cine que me he descargado en los últimos meses, pero no puedo. Claro que siempre cae alguna y este domingo, de vuelta de la ciudad terrible, cayó Le genou de Claire. No sé si lo he dicho, pero Eric Rohmer encarna una de mis muchas concepciones de "yo quiero contar historias así" y es uno de los responsables (aunque jamás se me haya pasado por la cabeza hacer cine: ¡ojalá valiera yo para eso!) de que no intente contarlas. Para hacer las cosas mal, no las hago, aunque sólo sea para mí. No. Hace demasiados años que decidí que los demás escribían mejor que yo y que estaban todos muertos, tal cual Pedro Páramo. ¿Hemos leído todos Pedro Páramo? Perdón a quien no lo haya hecho.

(Pedro Páramo, leído entre examen y examen de Selectividad -no lo olvidaré en la vida- también tiene parte de culpa en el fin de mi condición de adolescente que escribía. Fue algo así como un "menos mal que he dejado de escribir porque nunca llegaré a esto")

Pero hoy estamos hablando de cine, no de por qué no escribo desde hace ya casi diez años (¡la hostia!) y de historias bien contadas.

La rodilla de Clara. Clara es tonta y no sale hasta más o menos la mitad de la película. Clara no interesa (todavía). Pero hay un montón de mujeres más y un hombre con barba, barco y aire cosmopolita que vuelve al pueblo de su infancia para vender la casa familiar y se encuentra conmigo. Conmigo no, porque (¡ay mísera de mí, ay infelice!) no soy escritora ni francesa, pero con un personaje que tiene bastante que ver conmigo. Y me cuenta que se va a casar y yo le cuento que la nínfula de la casa en la que vivo está enamorada de él. Y, eso... hay una nínfula que es casi casi tan maravillosa como Natalie Portman patinando en círculos en Beautiful Girls pero que es infinitamente más francesa y más despeinada (¡ay!), una prometida ausente (se casa en agosto y la historia transcurre en julio) de la que todos dicen que parece dura y con la que lleva años de encuentros y desencuentros, la mamá de la nínfula (que se la presta para que se la lleve de excursión por la montaña y que pase la noche con él) y la tonta de Clara, hija del segundo marido (ahora ya ex-marido) de la mamá de la nínfula. Clara es de estas rubias etéreas (no como las de Sophia Coppola, afortunadamente) y preciosas hasta decir basta que no tienen el más mínimo atractivo real. Tiene una rodilla de una fragilidad que conmueve, de acuerdo, y su punto de gracia adolescente. Pero ya. Nos gusta Laura que es inteligente, no tiene un novio gilipollas como el de Clara y es nínfula. Sí, nos gusta. A todos. No sólo a mí.

No puedo contar mucho más pero es una película maravillosa. Y con nínfula. ¿He dicho ya que tiene nínfula? Y salgo yo...

No, no voy a dejar video ni foto de la rodilla. Vedla.

sábado, 1 de agosto de 2009

¿Alguien sabe decirme por qué no conocía este cuadro?


Es la Vanidad de Cowper pero yo no lo conocía. ¿Por qué?

Me la descubrieron mis vampiros. Uno in absentia y la otra in praesentia.