Está parado. Y está parado de modo tan absoluto y definitivo como si estuviese sentado.
W. GOMBROWICZ
El camino está nevado, y la sombría dama arrebujada en sus pieles dentro de la carroza se hastía. De repente formula el nombre de alguna muchacha de su séquito. Traen a la nombrada: la condesa la muerde frenética y le clava agujas. Poco después el cortejo abandona en la nieve a una joven herida y continúa viaje. Pero como vuelve a detenerse, la niña herida huye, es perseguida, apresada y reintroducida en la carroza, que prosigue andando aun cuando vuelve a detenerse pues la condesa acaba de pedir agua helada. Ahora la muchacha está desnuda y parada en la nieve. Es de noche. La rodea un círculo de antorchas sostenidas por lacayos impasibles. Vierten el agua sobre su cuerpo y el agua se vuelve hielo. (La condesa contempla desde el interior de la carroza). Hay un leve gesto final de la muchacha por acercarse más a las antorchas, de donde emana el único calor. Le arrojan más agua y ya se queda, para siempre de pie, erguida, muerta.
Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta
o
Valentine Penrose, idem
No vean, por piedad, por amor a la Bathory, a los psicópatas, a Caravaggio, al cine y a todo lo que quieran, la última adaptación (checa, de hace un par de años). No lo hagan. Perderán muchas horas de su vida, se cabrearán si amaban a Erzsebeth y extrañarán todas las torturas bonitas que le daban glamour; sólo verán una supuesta víctima de las envidias con una peluca terrible y sin ningún parecido a la condesa y se desesperarán esperando que empiece a desangrar chicas para manenerse blanquita y joven. También se tirarán de los pelos por la mala imitación de Guillermo de Baskerville y Adso de Melk en patines (rigurosamente cierto), la relación con Caravaggio (¿alguna noticia de que Caravaggio alguna vez haya pisado Hungría y/o se haya acostado con alguna mujer?), que la sangre de doncella fueran pétalos rojos (!) y lo malísima y aburrida que es en general.
Ahora las seiscientas doncellas gimen todavía más alto cuando alguien se acerca al castillo.
Había una vez una película maravillosa llamada Donnie Darko. Había también una ex-niña (eterna post-adolescente) que creía en la posibilidad de una mitología contemporánea. También tenía una gata que se llamaba Folerpa, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
La cuestión es que la ex-niña amaba profundamente Donnie Darko y, tras un par de días enferma con delirio febril incluído "soy un esciápodo, soy un esciápodo" en sofá del hostal vampiro, decidió ver la segunda parte en el sofá de su casa. Sí, la SGAE y el gran conejo Frank (¿por qué siempre es el conejo Frank, hasta cuando no se llama Frank el responsable de la muerte de la chica? ¿por qué siempre tiene que morir alguien alternativo para que no se muera la chica?) me castigan por ver online una película que ni pasó por las salas de cine.
¿Qué es S. Darko? Ante todo un ejemplo de "para hacer esto, casi mejor te quedabas en tu casa comiendo palomitas y viendo cine de verdad" pero también (y por eso no puedo criticarla del todo -me quedaré en un 98%) un ejemplo de lo que a Meryone (esa ex-niña, eterna post-adolescente) en el fondo siempre le llamará la atención: un "y ahora, ¿qué?". Exactamente igual que cuando decimos que a la Cenicienta se le llenaron de durezas los pies o que menos mal que Romeo y Julieta murieron a tiempo. "Sí, cariño, soy muy feliz, voy a comprar yogures." Lo que hicieron los griegos (¡dios!, ¡aquellos tiempos en que las segundas -o enésimas- partes las escribía gente como Eurípedes! denle la vuelta a todo como hacen varias veces en S. Darko y déjenme en la Grecia Antigua, por favor. Pregunten por la hetaira Meryone) y lo que mandé hacer a mis alumnitos durante las tres (¿o habían sido cuatro?) clases que di en las prácticas del CAP. O sea, Meryone no puede criticar totalmente S. Darko sin ser muchísimo más incoherente de lo que suele ser.
Pero las buenas intenciones no sólo producen mala literatura; también pueden producir malas películas y S. Darko es una mierda pinchada en un palo. Me parece maravilloso que alguien fantasee en su casa comiendo palomitas y viendo la original (no, no como palomitas mientras veo películas, no habitualmente) con qué había sido de la cría que hablaba de unicornios y bailaba. Yo también. De la cría, de la hermana mayor, de Gretchen, del padrastro (que ni sale) y de todos los putos personajes. Si sabrían remotamente lo muchísimo que había cambiado su vida porque Donnie estaba en la cama en lugar de siguiendo a un conejo muy grande y muy feo. Si Frank, si Gretchen, si el personaje del difunto Patrick Swayze cuyo nombre no recuerdo, sabían por lo poquísimo que se habían librado. Cómo coño se encajaría en la familia que un motor de un avión hubiera matado al hijo ¿mayor? ¿mediano?. Como yo, cientos de personas. Y no, no hicimos una segunda parte y tampoco fue sólo exactamente por falta de conocimientos de cómo hacer una película.
Pero hete aquí que no estamos en el 88 sino en el 95. Meryone tenía respectivamente cinco y doce años. Samantha (sí, la niña encantadora que lleva el peluche del unicornio en el avión del que cae el motor que mata a su hermano) diez y diecisiete. Disque la actriz es la misma y, bueno, vale. Lo será. No tienen por qué mentir. Es hippie y se ha ido de casa (siete años después) porque no soporta más las consecuencias de la muerte de su hermano. Lógico. Tiene una amiga más hippie que ella y es ella misma tremendamente azulada y maquillada quien se presenta cual conejo Frank ante el loco del pueblo. Ah, no lo he aclarado: ahora la prota es femenina porque está buena. O sea, no es que Jake Gyllenhaal no me parezca (en esta película) infinitamente más interesante, pero como que luce menos. Porque encima, eso. No es cómo le fue a la cría tras la muerte de Donnie, no. Eso realmente no importa. Es una excusa para hacer salir más cosas simpáticas del plexo solar de la peña, para reaprovechar el disfraz de conejo (claro que hay conejo: ¿alguien lo dudaba?) y para demostrar que a veces uno está más guapo callado. O sin dirigir películas.
También hay supuestos guiños a la primera que hacen notar más que no, que no había que hacerla. Las nubes las cosas que van a cámara rápida hacia delante o hacia atrás y... que el único que es realmente malo escapa. Bueno, en S. Darko escapaba igual porque el pobre del zumbao del pueblo (el único que puede salvar el mundo muriendo él y que tiene, repito, parecido con Donnie), por lo de que quedó tocado tras la operación Tormenta del Desierto, termina en la cárcel.
¿Había hablado de la banda sonora? ¿Para qué? No merece la pena. La de Donnie Darko la tengo sonando ahora mismo para hundirme más todavía en la miseria.
Ah, otra aclaración que tenía que haber hecho antes: la ex-niña, eterna post-adolescente melodramática tiene tendencia a hacer cosas que no le hacen ningún bien. Ver S. Darko no es de las más graves: es peor estar escuchando la banda sonora para regodearse en las diferencias y/o(/u) plantearse seriamente volver a ver la historia del conejo gigante que resulta ser amigo de hermana por enésima vez. No porque sea malo en sí mismo revisitar Donnie Darko (hay películas que hacen muy muy feliz a Meryone y Donnie Darko es una de ellas) sino porque así se dará más cuenta del poco cariño con el que hicieron la secuela. Y eso duele. Mucho.
Y, para terminar, decir que dejaron el campo abierto para una tercera pero no porque haya personajes que puedan tener conflictos por lo acontecido, claro que no... por algo infinitamente más triste y que sería demasiado largo de contar. ¿Quién va a verla cuando la hagan? ¡Bingo! Aquella que tiene por mala costumbre hacer cosas que sabe por adelantado que no debería hacer.
PS. La niña que quería escribir también puede violar a la familia de Donnie. Si dejan a Chris Fisher, a mí también. Y no, yo no lo daré a la luz. De momento, va a colgar ropa y a convencer a Folerpa de que es hora de pasar del sofá a la cama. Allí, decidirá.
PS.2. Al parecer mi ironía está tocada por lo que sea que contuviera el virus que me hizo declarar ser un esciápodo. No sé mi capacidad de escritura.
No tengo vida últimamente porque estoy en recta final de un TIT que no digievoluciona como debiera pero que me impide hacer otras cosas. Lo normal y aquello que me caracteriza. Sueño con leer y leer y ver películas y películas y poder consagrarme de verdad a todo el cine que me he descargado en los últimos meses, pero no puedo. Claro que siempre cae alguna y este domingo, de vuelta de la ciudad terrible, cayó Le genou de Claire. No sé si lo he dicho, pero Eric Rohmer encarna una de mis muchas concepciones de "yo quiero contar historias así" y es uno de los responsables (aunque jamás se me haya pasado por la cabeza hacer cine: ¡ojalá valiera yo para eso!) de que no intente contarlas. Para hacer las cosas mal, no las hago, aunque sólo sea para mí. No. Hace demasiados años que decidí que los demás escribían mejor que yo y que estaban todos muertos, tal cual Pedro Páramo. ¿Hemos leído todos Pedro Páramo? Perdón a quien no lo haya hecho.
(Pedro Páramo, leído entre examen y examen de Selectividad -no lo olvidaré en la vida- también tiene parte de culpa en el fin de mi condición de adolescente que escribía. Fue algo así como un "menos mal que he dejado de escribir porque nunca llegaré a esto")
Pero hoy estamos hablando de cine, no de por qué no escribo desde hace ya casi diez años (¡la hostia!) y de historias bien contadas.
La rodilla de Clara. Clara es tonta y no sale hasta más o menos la mitad de la película. Clara no interesa (todavía). Pero hay un montón de mujeres más y un hombre con barba, barco y aire cosmopolita que vuelve al pueblo de su infancia para vender la casa familiar y se encuentra conmigo. Conmigo no, porque (¡ay mísera de mí, ay infelice!) no soy escritora ni francesa, pero con un personaje que tiene bastante que ver conmigo. Y me cuenta que se va a casar y yo le cuento que la nínfula de la casa en la que vivo está enamorada de él. Y, eso... hay una nínfula que es casi casi tan maravillosa como Natalie Portman patinando en círculos en Beautiful Girls pero que es infinitamente más francesa y más despeinada (¡ay!), una prometida ausente (se casa en agosto y la historia transcurre en julio) de la que todos dicen que parece dura y con la que lleva años de encuentros y desencuentros, la mamá de la nínfula (que se la presta para que se la lleve de excursión por la montaña y que pase la noche con él) y la tonta de Clara, hija del segundo marido (ahora ya ex-marido) de la mamá de la nínfula. Clara es de estas rubias etéreas (no como las de Sophia Coppola, afortunadamente) y preciosas hasta decir basta que no tienen el más mínimo atractivo real. Tiene una rodilla de una fragilidad que conmueve, de acuerdo, y su punto de gracia adolescente. Pero ya. Nos gusta Laura que es inteligente, no tiene un novio gilipollas como el de Clara y es nínfula. Sí, nos gusta. A todos. No sólo a mí.
No puedo contar mucho más pero es una película maravillosa. Y con nínfula. ¿He dicho ya que tiene nínfula? Y salgo yo...
No, no voy a dejar video ni foto de la rodilla. Vedla.
(Aviso para navegantes: como cualquier post en el que hable de películas, de novelas o de lo que sea, hay innúmeros spoilers. Si todavía no has visto Doctor Zhivago, ¿a qué coño esperas? ¿a soñarla? corre, vela, vuelve y me cuentas)
Ahora sí. Justo en la primera palabra del párrafo siguiente empezaba este post.
Circuló durante un tiempo el falso mito de que Doctor Zhivago es mi película favorita. No lo es. Es de mis absolutas favoritas, pero ni siquiera es mi favorita de David Lean. La culpa la tiene La hija de Ryan que probablemente sea un poco menos buena, pero a mí me gusta mucho más. No sólo por identificaciones múltiples (me identifico con lo hostiable de Rose Ryan y lo "adolescente con inquietudes" de Yuri Zhivago a partes iguales) ni porque, aunque Omar Shariff sea más guapo, a mí me ponga infinitamente más Robert Mitchum (de eso tienen la culpa La noche del cazador y El cabo del terror); se trata de algo irracional e indefinible, como lo son siempre filias y fobias.
Mi película favorita hace (ahora ya casi sí) diez años que es La naranja mecánica y Doctor Zhivago (por qué Doctor Zhivago pasaba la censura paterna es de los mayores misterios de la Humanidad) la recuerdo como la mayor tortura de infancia. Me la soplaba profundamente que hubiera sido rodada por aquí, la fotografía maravillosa, que a Omar Shariff le retiraran los pómulos hacia atrás y tantas otras cosas. Creo que todo menos la banda sonora. Es probable que las doscientas primeras veces que intenté verla, me haya dormido. Claro que Geraldine Chaplin bajando del tren con un pompón rosa por sombrero es algo que una niña pequeña no sabrá nunca apreciar. Y eso que la escena, pese a lo terrible del pompón, del abrigo, del manguito (me da igual que viniera de París, lo hortera lo es siempre) es de mis favoritas. No sólo de la película, de la historia del cine. No he dicho de las mejores, he dicho de mis favoritas.
Podría ir contando cómo y por qué pasó de resultarme un coñazo a ser una película que me encanta pero no se trata de eso. La cuestión es que buscaba una cita que recordaba memorable y que, o no existe o no lo es tanto. Y no porque la película no las tenga, sino porque yo la había inventado. Como había inventado que él dice "¡Lara, Lara!" en el tren cuando (además de no ser ella) no es capaz de decir nada. ¡Con la de años que llevo yo gritando "¡Lara, Lara!" cada vez que veo a Julie Christie!
Mi famoso TIT va (lo he contado más veces) de la figura del caballero entre dos damas en la narrativa cortés. Mayormente artúrica, claro. No me sale un caballero entre dos damas mejor retratado que el bueno de Yuri Zhivago. En la película. La novela es de esas que justifican que algunos (independientemente de que prefiramos cine o literatura) queramos morder cada vez que alguien dice que "una película está siempre peor que un libro." Una mala película está siempre peor que un buen libro, claro. Pero todas las demás combinaciones son imprevisibles. Véase La naranja mecánica (el libro es maravilloso, pero no tanto), El exorcista (la novela más aburrida de la Historia) o el género negro. Doctor Zhivago justifica esa otra frase contra la que llevo también media vida luchando: "una imagen vale más que mil palabras." Coged cualquier escena de la película (cualquiera). ¿Es evocadora? Perfecto: en la novela no lo es. En absoluto. Seguro que la traducción tiene mucho que ver, pero no puede ser sólo eso. Es insoportable. Hiriente. Como si hubieran escrito (mal) la novela después. La empecé hace un tiempo y no la terminé. Porque tengo más cosas que leer y porque era una tortura: dolía identificar escenas y ver que lo maravilloso de la historia es todo por obra y gracia de David Lean. El entierro, la rama que golpea en la ventana, la manifestación, Lara disparando a Komarowski, Tonya llegando, la vela en la ventana de Lara... todo tan inocuo como si en una conversación de peluquería dos imitaciones autóctonas de Paris Hilton se comentaran una a la otra "jo, tía, ¡qué fuerte!, ¿sabes la chiquita esa rubia? sí, tía, sí... esa que desvirgó el amante de su madre, el tío este que ni está bueno ni es tan rico, ¿cómo se llama? Victor algo... Victor, Victor, Victor Hipolitovich, ¿sabes? bueno, pues resulta que el otro día ella entró en una fiesta y le pegó un tiro. Sí, como lo oyes. Y estaba el médico este tan guapo con un nombre tan raro. Sí, ese que sale con la que tiene un abrigo rosa terrible que se trajo de París y los dientes tan grandes. Que ni que no hubiera ortodoncistas hoy en día. Sí, tía, ¡superfuerte! Pues resulta que el médico ya la conocía porque atendió a la madre de ella cuando se quiso suicidar porque se enteró de que el Victor lo que sea se la tiraba. Si es que ¿a quién se le ocurre, con lo mona que es ella, dejarla ir solacon él? que la madre no está mal, pero es ya tan mayor..." Lo que dice Sabato de la historia de un joven que mata a una vieja para robarle, que puede ser una mera anécdota en la crónica policial o Crimen y castigo. Al señor le dieron el Nobel, pero leí alguna vez en alguna parte que lo que era es buen poeta. La historia del médico que tiene mujer e hijo en Varikino y una amante en Yuriatin es la hostia, pero sólo la historia. Y llegó David Lean y la convirtió en una maravilla.
Mis caballeros se debaten entre dos damas de diversas formas. Ninguno como Yuri. Los tiempos han avanzado mucho desde el siglo XII cuando los trovadores inventaron el amor. Habían, antes, retrocedido mucho desde los siglos anteriores, cuando el amor no existía y la moral judeo-cristiana tampoco. El siglo XII (junto con el XIX el campeón del adulterio, decía Duby) era un siglo cojonudo para estar casado con una persona y enamorado de otra, pero todavía no estaba tan claro lo de poder estar enamorado de las dos. Salvo Tristán por breves instantes, cuando se casa con la segunda Iseo porque se parece a la primera y se llama igual. Yuri quiere a Tonya, quiere a su niño y es capaz de tirarse seis meses con Lara sin hacer lo propio. Pese a que la mencione en todas las cartas a su mujer. Vuelve a Moscú, es feliz con Tonya, huye de Moscú, se encuentra con Lara, se lía por fin con ella, Tonya está embarazada, deja a Lara (y, sin pretenderlo, a su familia, porque es reclutado a la fuerza por partisanos rojos), vuelve con Lara pero teniendo delirios en los que ve a Tonya, quien le escribe a casa de Lara (antes había ido allí a buscarlo) contándole que los deportan de Rusia, se separan por una serie de motivos que no vienen al caso aquí, no vuelve a ver a ninguna de las dos y muere intentando llamar a alguien que cree es Lara.
Y, sin embargo, a Meryone, que es así, siempre le ha parecido que hay algo que no termina de ser amor en la relación de Yuri, de Lara, de Tonya. Aquello que sabíamos de otra forma antes de que Sabina escribiera "que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Lo sabíamos (algunos) entre otras cosas por Doctor Zhivago. Doctor Zhivago es una lucha por la felicidad, por la individualidad (no lo he declarado antes, pero me salto el análisis anticomunista, que está demasiado trillado) y una búsqueda errada. Hay retornos a lugares y a personas. Los retornos a los lugares son siempre desastrosos. La vuelta a Tonya aburre, la vuelta a Lara culpabiliza. Lara parece, a veces, una solución a todo. Una Lara que (ella misma lo dice al leer los poemas que él le dedica) no es ella sino él. No como él la ve: él. Y siempre está Tonya. No vuelve a Tonya y delira recordando a Lara, eso sería lo esperable de un amor adúltero ficcional al uso, pero no es lo que sucede. No es cuando "abandona" a Tonya que es "castigado" y se queda sin nada*; es cuando abandona a Lara. Abandona a Lara al sentirse un monstruo porque sabe más de la vida de Katia que de la de su hijo, porque Tonya está embarazada, porque sí tiene cierto sentido del deber. Y lo cogen los partisanos. Al desertar es a Tonya a quien cree ver entre la nieve. Al delirar, en casa de Lara, es en Tonya en quién piensa. Está arrepentido pero ha habido algo más fuerte que él que le ha impedido "cumplir con su deber". Ha sido otro retorno a lo que él no esperaba. Siempre retorna y siempre hay algo que no es como esperaba. A veces es contra su voluntad, pero casi siempre quiere hacerlo. Y su error está en ir a Varikino con Lara. Porque en Varikino descubre que tampoco con Lara va a ser feliz. Y renuncia a huir con ella, no por no ir con Komarowski, sino porque salir del país sería tener una oportunidad para encontrarse con Tonya. Con su familia. Por segunda vez tiene que elegir entre las dos; por segunda vez no se queda con ninguna. Hubo un amago anterior. Un momento en que preguntó a Komarowski qué pasa con una muchacha como esa cuando un hombre como él ha terminado con ella y él dice algo así como que "si la quiere". Ese es uno de los fragmentos que no vi hoy buscando la maldita cita inexistente.
Pero, además, hay otro motivo por el que Meryone (que no en vano creció leyendo cosas como 1984 y viendo películas de Serie B -y pienso en las vainas ahora mismo-) sabe que realmente no es amor. No sólo por los abandonos (a las dos), no sólo porque no intente (nunca) buscar a Tonya, pese a aquellos delirios, no. Por algo mucho más importante. Cuando no grita "¡Lara, Lara!" y se muere, cree haber visto a Larissa Antipova. Sólo lo cree. No la ha visto. Y todos sabemos (gracias a los trovadores y todos los que vinieron después) que, si realmente fuera amor, no podría equivocarse. ¿He dicho si realmente fuera amor? Perdón. Pretendía decir si realmente existiera ese amor del que hablan los trovadores, del que pretenden hablar tantas películas del Hollywood clásico. Es simplemente una historia de relaciones humanas. Erradas, como suelen serlo siempre. O no del todo idílicas, como pretenden serlo en tantas películas en Technicolor. Como en situaciones particulares, como 1984, como todas las variantes de la película de las vainas. Cuando no hay más que otra persona que pueda entenderte (qué sospechoso: siempre son heterosexuales, siempre es del sexo opuesto) y el autor utiliza el más simple de los recursos para hacerte ver que lo que nos hace humanos nos hace individuales. Creo que, en cierta medida, aparte de todo lo demás, la grandeza de Doctor Zhivago (o lo que hace que yo la ame sobre tantas otras películas pretendidamente de amor) está en que no sólo no hay happy end sino que nunca hubiera sido posible por la naturaleza misma del personaje que da título a la historia. Independientemente de la historia que se cuente.
Además está la música, la fotografía, Julie Christie, Omar Shariff, Geraldine Chaplin, Alec Guinness...
Youtube tiene sus ventajas pero no siempre encontramos lo que queremos como queremos. Y el principio ya lo había puesto en otro lado.
*Dije que no iba a hablar de los aspectos anticomunistas, pero esto tiene que ver con otro tipo de moral que también planea inquietantemente sobre la historia.
Juan Luis es más inquietante que Leopoldo María y casi tan hostiable como su madre. Histriónico y con aires de gran intelectual. Se las da de elegante y de snob, pero quien sabe tocarse el pelo y dejar caer los párpados es Michi. A él le queda como a un Santo Cristo dos pistolas el abrigo con flecos sobre los hombros. El abrigo me gusta. Es el tipo de abrigo que podría llevar la hippiosa de Meryone.
Puede que si hubiera llegado a Juan Luis por sí mismo jamás hubiera sabido que era histriónico, inquietante, hostiable. Lo sé. Estoy segura. No lo supe (que era histriónico, inquietante, hostiable) hasta la semana pasada. Nunca me interesó demasiado, así que sólo le había leído un par de poemas sueltos. Pero estos días encontré que era suyo uno de estos poemas que recuerdas pero nunca sabes de quién son. Juan Luis no tiene nada para no gustarme, pero tampoco tiene nada para gustarme demasiado. Puede que también lo leyera más si no fuera hermano de Leopoldo María. El poema que he redescubierto como de Juan Luis:
A LA MAÑANA SIGUIENTE CESARE PAVESE NO PIDIÓ EL DESAYUNO
Solo bajó del tren, atravesó solo la ciudad desierta, solo entró en el hotel vacío, abrió su solitaria habitación y escuchó con asombro el silencio. Dicen que descolgó el teléfono para llamar a alguien, pero es falso, completamente falso. No había nadie a quien llamar, nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo. Bebió el vaso, las pequeñas pastillas, y esperó la llegada del sueño. Con cierto miedo a su valor -por vez primera había afirmado su existencia- tal vez curioso, con cansado gesto, sintió el peso de sus párpados caer. Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios- se anunció a sí mismo, tercamente, la única certidumbre que al fin había adquirido: jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
Juan Luis Panero
Y, como soy mala y sigo emocionadísima con haber visto (¡por fin!) El desencanto y Después de tantos años, dejo dos videos de la primera. En el primero, Juan Luis "adora los fetiches y el bizantinismo" y en el segundo están Michi enajenado hablando de lo sórdido de su familia y Juan Luis más enajenado si cabe diciendo que él no juega al fin de raza. Intentan hacer una comedia y no les sale tan divertido, seguro.
Y, aunque le demos una oportunidad a Juan Luis, Leopoldo María es Leopoldo María y hay que ponerlo. Es el fragmento donde dice que la esquizofrenia es "una cosa preciosa" (que se lo cuenten a él ahora) y que la paranoia es desagradable. Y más cosas.
Tranquilos: se me están acabando los videos y hasta yo, en mi infinita capacidad para la compulsión, empiezo a opinar que el monográfico ya estuvo bien.
Sí, sigue siendo el libro del bolso y hace mucho tiempo que es de mis poetas favoritos. Hace mucho tiempo que es mi absoluto favorito entre los vivos. Al menos entre los vivos que conozco. Pasé demasiado tiempo llorando mi edición perdida y ahora que la he recuperado me regodeo (para bien) en ello.
Puede, sólo puede, que con esta entrada agote el torrente de Paneros de los últimos tiempos. Empieza a ser acritud y lo sé.
La culpa de todo la tienen Jaime Chávarri y Ricardo Franco. Antes de conseguir ver las dos películas (¡por fin!) yo era una paneriana sólo de Leopoldo María y que no era especialmente compulsiva. No más que con todo lo demás. O sea, mucho.
Que acabara de recuperar mi edición (Poesía completa 1970-2000) también ayuda un poco. Las pestañas negras de Michi, en cambio, no demasiado. Eso es algo coyuntural. Sigo siendo total y absolutamente devota de Leopoldo María, aunque el hermano guapo diga que es un coñazo. Aunque esté como una cabra (lo está, qué duda cabe), aunque se haya pasado en su deseo (en su necesidad) de malditismo. Realmente (y quien me conoce puede corroborarlo) nunca me han gustado los chicos guapos. Claro que cuando lo dice ya no se pasa la mano por el pelo ni deja caer los párpados. Ni siquiera tiene ya maneras suaves. Pero se sienta sobre una tumba, pasea con su perro y dice que Leopoldo escribe cada vez peor. Eso tampoco se lo perdono. Lo de Leopoldo. Lo de sentarse sobre la tumba y pasear con el perro era positivo.
Hay varios poemas de Panero (o sea, Leopoldo María, que ni papá ni hermano mayor me gustan -ni los he leído- demasiado, del tío no conozco nada y Michi, hasta donde yo sé, no escribía poemas) que me gustan particularmente y no están (todavía) aquí. Dos que siempre voy a poner pero nunca lo hago (y que van ahora mismito) y uno que no recordaba pero sabía que era el que buscaba cuando hice la entrada de El desencantoy declaré mi odio más feroz a doña Felicidad. Es este:
LA MALDAD NACE DE LA SUPRESIÓN HIPÓCRITA DEL GOZO
«Jois e Jovens n'es trichaire e malvestatz es d'aqui»
MARCABRÚ
Una cucaracha recorre el jardín húmedo de mi chambre y circula por entre las botellas vacías: la miro a los ojos y veo tus dos ojos azules, madre mía. Y canta, cantas por las noches parecida a la locura, velas con tu maldición para que no me caiga dormido, para que no me olvide y esté despierto para siempre frente a tus dos ojos, madre mía.
Los otros dos son, como Proyecto de un beso, como Diario de un seductor, dos de los poemas en los que pienso antes que en casi cualquier otro cuando pienso en Panero. O de los que más me gustan. O que más veces me han dado en los ojos. O... o, en resumen, de los que me parecía imprescindible poner, aunque finalmente nunca lo hiciera. Hasta hoy.
EVE
(Vida y mujer en hebreo, y en inglés, víspera)
A Mercedes, por el hilo que la une al secreto
Porque hiciste mi gesto eterno supe que eras la muerte: porque ella sólo podía amarme si no había hombres para mí, vivos: sólo ella podía amarme: y supe también que tú eras la muerte, y que me amabas.
El rostro de la Humanidad era para mí el de nadie: como para ella, como para ti: eres negra y no quieres nada de lo que vive y no sabe hasta morir que te desea. Y vi a través de ti, cómo surgían y surgen cabezas de la tierra helada: cabezas, yelmos, corazas, espadas es el fruto que cosecha la tierra en este a ño que tanto recuerda al Último, al siguiente, y me amaste porque yo lo veía, porque veía crecer ya en el huerto el fruto monstruoso que incorporaba en sí todo dolor e injusticia y desastre
y me dijiste: «He aquí mi primer hijo yo que nada sabía del ridículo gesto de nacer» y agregaste: «Este reirá de todo, y lo encenagará todo con el veneno de su risa mortal: cuando no haya nadie que recuerde cómo se reía, este reirá» Y te reíste de mí, como mi madre al ver que yo había nacido de ella. Tan inmenso era el frío en las ciudades que algunos sabían que no era locura ni es, creer que caerán sobre mí
o seré yo el que caiga al morir sobre tu cuerpo.
Pero en el frío crecían seguían creciendo -la peor de las alfombras de césped los huesos y la carne de los soldados que crecían sobre la tierra helada. Y me dijiste «ellos no tendrán miedo, porque están muertos, lo mismo que tú que me amas, a mí que soy negra como la vida e hice una piedra de tu gesto» Y los muertos brotaban sobre la tierra húmeda -cabezas, yelmos, corazas y espadas porque la Muerte se había hecho vida.
Y pregunté -te pregunté entonces-: «Será mi alma buen alimento para perros?»
Y contestaste: «no esperes que ella sirva para otra cosa: aquella fue creada y pensada lo mismo que tu cuerpo y huesos para nutrición de los perros finales -lo mismo que tu palabra. «Y ¿nada he de esperar?» «Nada» Y vi como espadas y corazas y yelmos surgían sobre el campo más yermo.
Y me olvidé.
Acojonante, ¿no? Digno de alguien capaz de hacer "de su cadáver el último poema":
DEDICATORIA
Más allá de donde aún se esconde la vida, queda un reino, queda cultivar como un rey su agonía, hacer florecer como un reino la sucia flor de la agonía: yo que todo lo prostituí, aún puedo prostituir mi muerte y hacer de mi cadáver el último poema.
Además, en tanto en cuanto que bonus track, contaros que El Desencanto (ahora que por fin la tengo, voy y lo descubro) está online entre los videos de Google. Enterita. Después de tantos años, en cambio, dista mucho de estar casi entera en youtube. Está la parte referida a Leopoldo María (lógico, esperable) y poco más. Sí, me dió fuerte. Sobre todo porque llovía sobre mojado.
¿Alguien se une?
PS. Redacté ayer, moribunda. Acabo de cambiar un par de signos de puntuación, de eliminar unas frases, de añadir otras y lo lanzo al mundo.
Al día siguiente de ver El desencanto, vi Después de tantos años. Claro que tenía intención de verla, lo de la fuerza de voluntad se refería a ser capaz de esperar al día siguiente. En Después de tantos años, habla Michi. Hablan los tres, vaya, pero habla más Michi. Y tiene mucha más razón. Es lógico: Leopoldo María ya anda por el manicomio de Mondragón y Juan Luis es tremendamente inquietante. Más (si eso es posible) que en El desencanto. Sólo le quito la razón en lo de que Leopoldo escriba cada vez peor, porque a Leopoldo no me lo toca ni su hermano pequeño. Felicidad Blanch había muerto unos años antes (aunque la película ya tiene unos quince y ahora Michi también está muerto) y me gusta particularmente como Michi cuenta el show que habían montado sus dos hermanos mayores. Claro que, para fastidiar, no está en youtube.
Además, ya había puesto un video sacado de la película, hace unos meses. Sin saberlo, claro. De cualquier modo, dejo a Michi justo al principio, hablando de la nostalgia, de como reinventamos tiempos pasados y los hacemos mejores. Y culminando con un "qué profundo me pongo".
Pero tampoco puedo no poner poema de Leopoldo María, que ya sabemos que me gusta mucho y soy muy feliz desde que vuelvo a tener edición de Visor, aunque el señor de Follas Novas me diga que no publicó nada más en los últimos diez años. Hace casi ocho (los que llevo en Santiago) que me cansé de discutirle al señor de Follas Novas que que él no lo tenga no significa que no exista.
Hoy soy típica, tópica y semi-resacosa, así que es "La canción del croupier del Mississipi" que, además, no estaba.
LA CANCIÓN DEL CROUPIER DEL MISSISSIPI
«Fifteen men on the Dead Man's Chest. Yahoo! And a bottle of rum!»
Canción pirata
Fumo mucho. Demasiado. Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio, y oigo pasar la vida como quien pone la radio. Fumo mucho. En el cenicero hay ideas y poemas y voces de amigos que no tengo. Y tengo la boca llena de sangre, y sangre que sale de las grietas de mi cráneo y toda mi alma sabe a sangre, sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy, en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños que se mueven ingenuos, torpes, en esta vida que ya sé. Me palpo el pecho de pronto, nervioso, y no siento un corazón. No hay, no existe en nadie esa cosa que llaman corazón sino quizá en el alcohol, en esa sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo, la única sangre en este mundo que no existe que es como el mal programado, o como fábrica de vida o un sastre que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o quizá el reloj y las horas pasan. Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio y mi vida oliendo. Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo y que este cuento es cierto, este absurdo que delatan mis ojos, este delirio en Veracruz, y que este país es cierto este lugar parecido al Infierno, que llaman España, he oído a los muertos que el Infierno es mejor que esto y se parece más. Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos, me digo que estar borracho es no estarlo toda la vida, es estar borracho de vida y no de muerte, es una sangre distinta de esa otra espesa que se cuela por los tejados y por las paredes y los agujeros de la vida. Y es que no hay otra comunión ni otro espasmo que este del vino y ningún otro sexo ni mujer que el vaso de alcohol besándome los labios que este vaso de alcohol que llevo en el cerebro, en los pies, en la sangre. Que este vaso de vino oscuro o blanco, de ginebra o de ron o lo que sea ?ginebra y cerveza, por ejemplo? que es como la infancia, y no es huida, ni evasión, ni sueño sino la única vida real y todo lo posible y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento a algún ser que es probable que esté ahí la vida de los dioses y unos días soy Caín, y otros un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros un cazador de dotes que por otra parte he sido pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud» un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días, un asesino tímido y psicótico, y otros alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto, en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me recuerdan, dicen con la copa en la mano, hablando mucho, hablando para poder existir de que no hay nada mejor que decirse a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube la marea del vino en la sangre y el alma. O bien alguien perdido en las galerías del espejo buscando a su Novia. Y otras veces soy Abel que tiene un plan perfecto para rescatar la vida y restaurar a los hombres y también a veces lloro por no ser un esclavo negro en el sur, llorando entre las plantaciones! Es tan bella la ruina, tan profunda sé todos sus colores y es como una sinfonía la música del acabamiento, como música que tocan en el más allá, y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol, tengo sangre en los ojos de borracho y el alma invadida de sangre como de una vomitona, y vomito el alma por las mañanas, después de pasar toda la noche jurando frente a una muñeca de goma que existe Dios. Escribir en España no es llorar, es beber, es beber la rabia del que no se resigna a morir en las esquinas, es beber y mal decir, blasfemar contra España contra este país sin dioses pero con estatuas de dioses, es beber en la iglesia con música de órgano es caerse borracho en los recitales y manchas de vino tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont caerse húmedo babeante y tonto y derrumbarse como un árbol ante los farolillos de esta verbena cultural. Escribir en España es tener hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya no justifica nada ni nadie, ninguna sombra de las que allí había al principio. Y decir al morir, cuando tenga ya en la boca y cabeza la baba del suicidio gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas en este paraíso para espectros y también a los ciervos que he visto en el bosque, y a los pájaros y a los lobos en la calle y acechando en las esquinas «Fifteen men on the Dead Man's Chest Fifteen men on the Dead Man's Chest Yahoo! And a bottle of rum!»
Acabo de ver, gracias a Ulyanov (a quien es tontería que linkee porque su blog requiere invitación) por fin El desencanto y me debato entre el odio a Felicidad Blanch (Felicidad Blanch y yo representamos dos tipos de mujeres condenadas -salvo rarísimas excepciones- a odiarnos a muerte) y la fascinación por los dos Paneros menores. Juan Luis no me había llamado la atención nunca y sigue sin llamármela. Eso sí, tengo el radar desbocado pitando en todas direcciones.
Coincido con Águeda en la fascinación por Michi, pero Leopoldo (hijo) es Leopoldo. Y uno de mis poetas favoritos. Si tuviera que escoger quién me gusta más en el documental, claro que me quedaba con Michi. Michi y sus maneras suaves y sus caídas de párpados en las últimas escenas y su aire de loco encantador en las primeras.
En ningún momento siento la repulsión que he oído a gente decir que siente por Leopoldo María. Ya lo había visto otras veces, había visto fragmentos de El desencanto y no me repele. Me fascina la dicción entre pija y de fumado que tiene en algunos momentos y me resulta tremendamente lúcido siempre. Lúcido como sólo pueden serlo los locos "tocados por la maldición del cielo". Y el verso es casi suyo. El suyo es "un loco tocado por la maldición del cielo".
El desencanto es todo lo que me habían contado pero había que verlo entero y de corrido.
Sobre ella (ella es Felicidad Blanch) había leído (no en vano Panero escribió y dijo tanto sobre ella: a favor y en contra), pero ahora entiendo la relación amor-odio del hijo genio con la mujer voluble y presumida. Voluble, presumida, cobarde y que lo reconoce. La que empieza diciendo que Leopoldo (padre) murió una tarde como tantas otras en las que habían sido felices y se pasa toda la película lavando trapos sucios. El tipo de mujer (no sólo por "niña bien") con la que yo siempre me he llevado a matar. Yo con ellas y ellas conmigo. Simplemente, yo sé por qué no las soporto a ellas y ellas sólo saben que no me soportan a mí porque no me reconocen como lo que ellas consideran que debe ser una mujer. No soy ni delicada ni presumida ni tonta. Bueno, eso último sólo lo espero. No puedo aspirar ni a donna angelicata ni a personaje femenino de novela de Bryce. Y no es que quiera. Aunque Bryce haya sido mi favorito toda la adolescencia, yo jamás me he identificado con ninguno de sus personajes femeninos y no entendía qué les veían los masculinos. El último agilipollamiento incomprensible que tuve con alguien (y que duró cuatro interminables y estúpidos años) terminó definitivamente al comprender que al individuo en cuestión (al que no podía tener más idealizado) le gustaban las niñas pavitas. Hace ya un año de eso.
No puedo. Lo siento pero no puedo. Los tres hijos, bien. La historia, bien. Lo mejor: mi odio para Felicidad Blanch, que en paz descanse. Donde no puede ser tonta. O sí. Nunca se sabe.
Poema de Leopoldo María y fragmento de la película. No sé si seré capaz de no ver Después de tantos años. Mi padre, que me educó para niña delicada y presumida siempre dirá que no tengo fuerza de voluntad. Y no le falta razón.
A mi madre
(reivindicación de una hermosura)
Escucha en las noches cómo se rasga la seda y cae sin ruido la taza de té al suelo como una magia tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos y un manojo de flores llevas en la mano para esperar a la Muerte que cae de su corcel, herida por un caballero que la apresa con sus labios brillantes y llora por las noches pensando que le amabas, y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas y hablemos quedamente para que nadie nos escuche ven, escúchame hablemos de nuestros muebles tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con empuñadura en forma de pato y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra y ahora que el poema expira te digo como un niño, ven he construido una diadema (sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)
Leopoldo María Panero
Ella no está especialmente hostiable en este fragmento. Lo puse por él.
No me gustaba especialmente Antonio Vega porque no me gusta especialmente el pop, pero todos nos sabemos, como mínimo "El sitio de mi recreo" y "La chica de ayer". Y el estribillo de "Se dejaba llevar". Como mínimo, he dicho.
No me gustaba especialmente Antonio Vega pero sí me gusta la Movida (y todo lo que pasaba por allí) y la Movida no hubiera sido la misma sin Nacha Pop. Igual que no hubiera sido la misma sin Radio Futura (a los que tengo un aprecio especial por la versión de "Annabel Lee"), sin Alaska (¿por qué Alaska se ha convertido en lo que se ha convertido y sale hablando por la Cope con Federico?), sin Loquillo, sin Los Nikis o sin Los Secretos. Sin Siniestro Total. Y escribe alguien a quien su hermano cambiaba los pañales cantándole "La caca de colores". Mi hermano me lleva casi dieciséis años (el otro me lleva diecisiete) y Siniestro Total era su grupo favorito por aquella época.
No me gustaba especialmente Antonio Vega, pero "La chica de ayer" no merecía caer en las garras de Enrique Iglesias y "El sitio de mi recreo" es una de esas canciones "bonitas" que gustan cuando se tiene el día tonto, la regla (ambas cosas) o una abducción por la invención de Guilhém de Peitieu y sus coleguitas. O sea, esa enajenación mental transitoria que llaman amor. Incluso los tres factores a la vez. Claro que eso es demasiado duro para superarlo sin terapia. Sobre todo si se escucha "El sitio de mi recreo".
La canción no puede ser más moñas. Pero es bonita. Lo moñas a veces es bonito.
Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos.
Donde se creó la primera luz junto a la semilla de cielo azul volveré a ese lugar donde nací.
De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo.
Viento que a su murmullo parece hablar mueve el mundo con gracia, la ves bailar y con él, el escenario de mi hogar.
Mar, bandeja de plata, mar infernal es su temperamento natural, poco o nada cuesta ser uno más.
De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo.
Silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura, hay nieve, hay fuego, hay deseo, ahí donde me recreo.
Claro que puede que la canción no sea tan moñas y sea culpa mía por asociarla indefectiblemente desde primero a Báilame el agua, una de esas películas que poníamos todos los años en el cine de la residencia. En la escena "chico y chica por fin se lían" suena "El sitio de mi recreo". La película es muy, muy (pero muy) mala y muy bonita. Tiene de todo: nenés que se marchan de casa, se molan pero están media película sin liarse, pasan jaco, se drogan, se prostituyen, escriben poemas, se mueren. Tiene también su dosis de moralina. Pero me gusta mucho. No lo puedo evitar: a veces tengo quince años. Y la primera vez que la vi, tenía dieciocho. Claro que sólo me gusta mucho cuando tengo el día tonto, la regla o esa enajenación mental transitoria que llaman amor. O las tres cosas. Hoy ni se me ocurre volver a ver Báilame el agua. Y sólo he escuchado "El sitio de mi recreo" porque se murió el hombre. Y porque tenía que comprobar si se escuchaba bien antes de ponerla en el blog.
Hoy ha sido el día de la anáfora, en cambio. De la anáfora y la repetición.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Nunca está de mal releer el Prefacio a El retrato de Dorian Gray.
Ayer decía que prefiero que las canciones hablen de política a que hablen de amor. Pues opino que la literatura puede y debe hablar de lo que quiera. Pero que hable bien, por favor. No creo que el arte tenga que ser inútil, pero sí que mucho de lo que es útil no es arte. Y no pasa nada. Ni porque el arte sea inútil ni porque lo útil no sea artístico. Ni siquiera se puede leer, escuchar o contemplar sólo lo sublime. O yo no puedo. Demasiadas cosas inenarrablemente bellas juntas me provocan síndrome de Stendhal. Y a mí las catarsis no siempre me sientan bien.
Oscar Wilde, en cambio, siempre me ha sentado de puta madre. Desde que, antes de saber leer, mi madre me contaba, antes de dormir, variantes de "El fantasma de Canterville", lo único que escribió el bueno del hombre que no me hace demasiada gracia porque en el libro la historia es siempre la misma y en la de mi madre había, como mínimo, una putada distinta de los gemelos cada noche que tocaba. Me contó mi hermano que lo mismo le pasaba a él no sólo con el fantasma que robaba pinturas, sino también con La mujer pantera de Jacques Tourneur, una historia que agradezco inmensamente que no me contara a mí porque es una de las películas que más me gustaron de pequeña y que hace que, simplemente por hacérmela recuperar, Manuel Puig me caiga simpático. Claro que Molinita también la cuenta mejor que Jacques Tourneur. Como mi madre.
Nunca está de mal, decía al principio, releer el Prefacio de Dorian Gray:
El artista es creador de belleza.
Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte.
El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.
Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza.
Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.
No existen libros morales o inmorales.
Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.
La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo.
La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo.
La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar.
El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo.
Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son, para el artista, instrumentos de su arte.
El vicio y la virtud son materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor.
Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
Quienes van más alla de la superficie, se exponen a las consecuencias.
Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias.
Lo que en realidad refleja el arte es al espectador y no la vida.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está de acuerdo consigo mismo.
A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente.
¿Cómo olvidar la banda sonora de Doctor Zhivago? Y el hecho de que sea la película favorita de mi señor padre hace que la haya visto un montón de veces, desde el aburrimiento infantil más absoluto (es un misterio por qué otros adulterios menos flagrantes no pasaban la censura y sí el de Doctor Zhivago, claro) hasta la fascinación más extrema. La versión de verdad, no la que dicen que remakearon en 2002; la de Omar Shariff con los pómulos recogidos hacia atrás (no hay nada que se parezca menos a un ruso que un egipcio), Geraldine Chaplin llegando con un pompón rosa por sombrero y Julie Christie perteneciendo "a la segunda clase de mujeres". ¡Lara, Lara! Aunque la última vez que la vi, descubrí que lo de Yuri gritando "¡Lara, Lara!" al bajar del autobús me lo había inventado yo. Julie Christie es y siempre será Larissa Antipova, por más papeles que haya hecho (e hizo muchos).
Puede que mi favorita del Hollywood clásico sea Duelo al sol (o Esplendor en la hierba) y mi favorita de David Lean es La hija de Ryan, pero Doctor Zhivago me gusta mucho. Me gusta mucho, entre otras cosas, por la banda sonora.
Y se ha muerto Maurice Jarre, el autor de bandas sonoras que no era Morricone. Además de esta, innúmeras, como Lawrence de Arabia y La hija de Ryan (viva, viva David Lean), pero también Barbarella, Pasaje a la India, esta tan bonita del hombre y el draco que nadie conoce y que echan cada seis meses en la gallega, Gorilas en la niebla o Top Secret. Y más. Mejores o peores, pero más. Incluso varias de esas de las que sólo te gusta la banda sonora.
El mundo se está acabando. ¡Mierda!
(y que hayan hecho un remake de Doctor Zhivago con Keira Kightley sólo lo confirma)
Ayer vi, por fin, Vivre sa vie del inmenso Jean-Luc Godard y, como todas las películas que llevo mucho tiempo queriendo ver, terminé con la sensación de que, de todos los de mi vida, el día que más podía doler era aquel en que por fin la veía. Fue un dolor positivo, si tal cosa es posible fuera de los sonetos españoles del XVII que tratan de definir eso que habían inventado los trovadores occitanos de la mano del irreverente Guilhém de Peitieus allá en el siglo XII. Pero esa es otra historia. El caso es que la película es terriblemente bella; dolorosamente bella. Y la hostia.
Vivre sa vie es muchas cosas; una de las menores la oda a la belleza de Anna Karina, mujer y musa de Godard y a la que envidio por esto último. Por musa en general: la de musa (de quién sea, de lo que sea) será siempre una de mis vocaciones frustradas. No valgo para musa, al igual que no valgo para prácticamente todo lo demás, pese a que ni yo ni nadie sabemos demasiado bien qué es lo que hay que ser o tener para ser musa de alguien. No me importan los porqués sino el hecho de no serlo, como a Gregor no le importa en absoluto amanecer convertido en escarabajo sino la de cosas que devienen de tan trivial acontecimiento. Y sí soy una persona que se cuestiona los porqués, pero no todos. No soy guapa y no me pregunto los motivos ontológicos por los que no lo soy, sino que convivo con el hecho de que me falta una de esas cosas que, por más que nos empeñemos en negarlo, hacen la vida más fácil. Y no me engaño, sé perfectamente que podría ser igual de guapísima que Anna Karina y destrozarme la vida, pero hay días en que una se levanta con ganas de lamentarse por tonterías. Y rima.
Y hablaba de Vivre sa vie, la última hostia que me he inducido voluntariamente y una de las mejores películas que he visto. La historia de como ser guapa no ayuda a desenvolverse en la vida, sino que puede hacerte caer en picado (no se consuela quien no quiere), entre otras muchas lecturas. La historia de una mujer que abandona marido (en esa época sólo puede ser marido) e hijo por una hipotética carrera en el cine. Y que termina por prostituirse. Y es muchísimo más que eso porque ya decía Sabato que la historia de un joven que mata a una vieja para robar puede ser una mera anécdota en la crónica policial o Crimen y Castigo. Y Godard es Godard...
Y, si bien es una película capaz de destrozarle la vida a cualquiera, a mí sólo me dejó con una sonrisa triste que ojalá pudiera compararse con la de Anna Karina que; además de todo, cantaba, bailaba, pintaba y dicen que escribía. ¡El mundo está fatal repartido!
Queda Nana bailando: uno de esos fragmentos que se pueden ver sin haber visto el resto de la película y que no desvelan nada del argumento en sí mismos.
Parece que sigo jugando. Puede que siga diciendo determinadas palabras aunque yo pensara que se me habían olvidado. Es lo bueno de no tener totalmente claro cuáles son. O lo malo, algunos días.
A todo esto, debería aprender a jugar al ajedrez. Lo de sólo saber mover las piezas me está pasando factura y así ando: a trancas y barrancas.
Elle avait des bagues à chaque doigt, Des tas de bracelets autour des poignets, Et puis elle chantait avec une voix Qui, sitot, m'enjola.
Elle avait des yeux, des yeux d'opale, Qui me fascinaient, qui me fascinaient. Y avait l'ovale de son visage pâle De femme fatale qui m'fut fatale. De femme fatale qui m'fut fatale.
On s'est connus, on s'est reconnus, On s'est perdus de vue, on s'est r'perdus d'vue On s'est retrouvés, on s'est réchauffés, Puis on s'est séparés.
Chacun pour soi est reparti. Dans l'tourbillon de la vie Je l'ai revue un soir, hàie, hàie, hàie Ça fait déjà un fameux bail. Ça fait déjà un fameux bail.
Au son des banjos je l'ai reconnue. Ce curieux sourire qui m'avait tant plu. Sa voix si fatale, son beau visage pâle M'émurent plus que jamais.
Je me suis soûlé en l'écoutant. L'alcool fait oublier le temps. Je me suis réveillé en sentant Des baisers sur mon front brûlant. Des baisers sur mon front brûlant.
On s'est connus, on s'est reconnus. On s'est perdus de vue, on s'est r'perdus de vue On s'est retrouvés, on s'est séparés. Puis on s'est réchauffés.
Chacun pour soi est reparti. Dans l'tourbillon de la vie. Je l'ai revue un soir ah là là Elle est retombée dans mes bras. Elle est retombée dans mes bras.
Quand on s'est connus, Quand on s'est reconnus, Pourquoi se perdre de vue, Se reperdre de vue ?
Quand on s'est retrouvés, Quand on s'est réchauffés, Pourquoi se séparer ?
Alors tous deux on est repartis Dans le tourbillon de la vie On à continué à tourner Tous les deux enlacés Tous les deux enlacés.
¿Jim y Jules? No: Jules y Jim.
Catherine es uno de los personajes femeninos que más me gustan en la historia del cine. Al menos, del cine que yo haya visto.
Iba a hacer un texto largo con toda mi indignación porque nadie recuerde que el 20-N no sólo murió el señor bajito y mojigato que hizo la vida imposible a nuestros padres y abuelos. Que es también el aniversario de la muerte del amigo Buenaventura. Buenaventura Durruti, sí. Uno de esos que querían cambiar el mundo y llegó la Guerra Civil y les jodió la revolución. Guerra Civil que no olvidemos que en otros países es conocida como Revolución Española. Y no precisamente gracias al señor de bigote, sino a Durruti y sus amigos. Esos que eran los más y que ahora no se recuerdan. Iba a cabrearme pero son las mil, con todo mi insomnio. Así que que le den por culo a ZP y toda su memoria histórica más sesgada que la que no tenía nombre; la que era sólo recuerdo de la Guerra Civil. Con sus grandezas y sus miserias, por ambos lados. Que el mundo siga creyendo que todos los rojos eran comunistas. O socialistas. Que mis amigos me digan que debería votar. Que sigan haciendo documentales sobre la muerte de Franco, a ver si los niños que no saben quién era que salen por la tele ven alguno y descubren lo que deberían contarles en el colegio. A nosotros nos lo contaban. Dependiendo de quien, nos decía que era bueno o malo. Y nadie empleaba el pleonasmo "memoria histórica". Cómo si la memoria pudiera ser de otro tipo!
Setenta y dos años, sí. Cuatro posibles muertes y nunca lo sabremos. Que si fueron los comunistas, que si fueron sus compañeros porque estaba acercándose a los comunistas, que si los fascistas dispararon desde una ventana, que si fue él mismo, por accidente.
Buscaba un fragmento del montaje de Els Joglars sobre la muerte de Durruti. Las muertes, más bien y me lo he encontrado entero. No sé si cargará, pero vale la pena. Yo lo vi (ahora no me voy a poner a volver a verlo) hace tres o cuatro años, en un ciclo de cine de las jornadas de CNT Compostela. En pantalla grande. Una gozada. Además, ponían antes de los pases cortos hechos por el sindicato de espectáculos. Maravillas como (literal) "Los aguiluchos de la FAI por tierras de Aragón".
(y no olvidemos que el glamour es lo relativo a las hadas*)
Del glamour, de la ciclotimia y del frikismo. Por este orden. O por el inverso, más bien.
Van a dar las dos de la mañana y en cinco horas suena el despertador (ay!!). Acabo de llegar y la vida empieza a ir mejor. O eso parece.
Empezó a ir mejor a las nueve de la noche, cuando entré en un Gadis a comprar un zumo y algo más para cenar en casa de María y vi un montón de películas a cinco euros. Entre la mierda de rigor (mucha), me vendieron tres trozos de infancia. Sí. A cinco euros (4'90) cada uno. La novia de Frankenstein, Frankenstein y el Hombre Lobo y La mansión de Frankenstein; las delicias de quien ha crecido viendo Alucine los viernes por la noche en la 2. Y no olvidemos que Alucine empezó poniendo la Universal y, cuando se les terminó, pusieron la Hammer. Tres películas de terror de infancia. Tres! Y de la Universal...
Pero seguimos. A eso de las once y media se nos fue la pelotita y decidimos ir a tomar una cerveza. Además, teníamos boletos para el sorteo de un fin de semana en un balneario por el primer aniversario de La Taquilla como tal. No, no nos tocó, porque no fuimos. Estaba lleno y es jueves por la noche. Como que no. Pero fuimos (ya es tradición) a encontrarnos el Rock-a-Hula cerrado y fumarnos un cigarro fuera, maldiciendo nuestra suerte. Y no es que estuviera abierto, pero en el bar había luz y nosotras tenemos glamour. Y nos dejaron entrar. Nos dejaron entrar, nos invitaron a dos cervezas, nos contaron de las reformas (y más cosas) y Lou me trajo a casa. Ahora mismito.
El Hula sigue cerrado (aunque el plan es abrir mañana), pero nosotras allí estábamos, acodadas entre herramientas en la barra, con Lou y Juan, el habitual más habitual (o esa impresión me da a mí, que lo veo siempre que voy), hablando de un factible ciclo de cine de terror (sí!!!) y otros de más cosas, ahora que hay tele y DVD.
Creo que el mundo ha dejado de derrumbarse a mi alrededor. Al menos esta semana.
Y la semana que viene, tenemos el coloquio en el Piñeiro, así que no tendré mucho tiempo para que se derrumbe.
Además, los carteles nuevos tienen foto de disco de Crazy Cavan (que no he encontrado a un tamaño razonable para poner aquí) y Lou dijo que iba a intentar traerlos (!).
Queda Wildest cat on town. Que va a ser que no es la señorita Edgar Allan, también conocida como Folerpa.
Y, ya que estamos, la última foto que le saqué a Folerpa, ya crecida y sin mí detrás. Nuevamente con la cámara del ordenador. Más guapa, ella!
Y para quien que no crea en su crecimiento, otra de la misma noche que la primera. Lo de detrás, con un ojo tapado y cara de "no quiero salir, no quiero salir, no quiero salir!" soy yo, otra vez. La gata brilla porque no había luz en el salón por aquella época. Por eso hay, también, sombras inquietantes de las plantas en la pared. Y yo no tengo glamour porque estoy en pijama, que si no...
* y no olvidemos tampoco el origen medieval de las hadas, que tiene poco que ver con las amigas de Peter Pan en los jardines de Kengsinton... un hada medieval era básicamente una femme fatale. Viviana, la que encierra a Merlín en la torre de aire o en la cueva, según la versión, tras haberle sacado todos sus conocimientos; Morgana, la hermana de Arturo; Laudine, la mujer de Yvain. Y tantas otras...
Y no, para ser hada no hacía falta ser chica de portada de revista. Eran las únicas doncellas que no eran necesariamente o terriblemente guapas o espantosamente feas (y malvadas) en la narrativa artúrica. Otro punto para ellas.
Siempre quise ser Viviana y aprender todo de Merlín y encerrarlo en la torre de aire, en la versión con visitas y demás. Siempre quise un Merlín. Quién quiere un silfo pudiendo liarse con Merlín?
Bien! El TIT se acerca: hoy lo he matriculado y ya pongo notas al pie en las entradas del blog...
Y yo salgo de mi crisis siendo dispersa, como siempre. Tampoco es una mala señal.
Quiero volver a verla, pero está en casa. Así que la buscaré por bibliotecas.
Queda el final (lo único que encontré que no estuviera totalmente en inglés) y el tráiler. Quería el final, pero subtitulado. Y la escena del poema, cuando se marcha llorando de clase.
Me gusta tanto esta película!
Nunca me ha dado un colapso por represión sexual, pero hay veces que es mejor volverse loca un tiempo y dejar que lo demás se solucione solo. Sólo cuando todo lo demás no tiene nada que ver contigo puedes arreglarte contigo misma, creo.
No, no estoy en crisis. No más de lo habitual. Es una reflexión como tantas.
Me olvidaba, Splendor in the grass, Elia Kazan, 1961.
Hace un par de semanas, justo antes de que bajáramos media botella de Cointreau por la cara bonita y no pertenecer al canon actual, Lou nos preguntó a la otra María y a mí de qué hablábamos. Y se autorrespondió "de cine, de libros y de tíos, seguro". Y sí. Y por ese orden. Ese día veníamos de ver una obra de teatro basada en textos de Pessoa (que fue mejor, todavía, de lo que pintaba) por cortesía de mi profesor de Historia e Cultura Portuguesas (quien, por cierto, me puso un 7 por simpática; porque, por estudiar, no fue), yo empezaba las vacaciones y había dormido una hora. Claro, Cointreau mediante, salimos de allí a las seis y más de la mañana. También le dijimos que un día habíamos ido las dos allí a emborracharnos fuertemientre (como el principio del Cid) y estaba cerrado. Y que era una lástima porque era probable que acabáramos bailando desnudas encima de la barra o algo así. Creo que fue entonces cuando trajo el Cointreau, pero es posible que lo hubiera hecho antes. Ya nos habíamos tomado un par de cervezas y la conversación fue por ese orden pero terminó (como siempre) mezclando tíos con libros y películas. Y explicar la realidad mediante la ficción altera los ánimos.
Hoy no ha sido mi primer día de vacaciones, sino mi segundo día de trabajo. Y no ha habido obra de teatro basada en los heterónimos de Pessoa. Pero vengo de casa de María. De hablar de cine, de libros y de tíos. Aleatoriamente. Mucho de las tres cosas. Y con los ánimos alterados, claro. Aunque sin alcohol (nada es perfecto).
Antes me compré dos pósters porque soy así de consumista, a veces. Freaks y La naranja mecánica, la imagen del túnel. Y mañana vuelvo, a por El gabinete del doctor Caligari. Aprovechando que a mi señor progenitor le ha dado por pagarme la matrícula. Y que he encontrado un hueco con el que no contaba.
No sé si lo he dicho ya, pero La naranja es mi película favorita. No desde la infancia (en mi casa había una férrea censura: tampoco sé si he contado que soy hija de militar), pero sí desde la adolescencia. Aquella cinta grabada de otra cinta grabada del Canal + que me dejó Javi en su día. ¡Todo lo que debo a Javi en aquellos años de mi vida, joder! Y en los que vinieron después...
Así que estos son mis dos pósters nuevos:
Y van dos videos, uno de cada peli. El I'm singing in the rain y la fiesta después de la boda (es tarde y había demasiados, me saturé)
Así se llamaba un libro del señor Gerald Durrell (para mí Lawrence siempre será hermano de Gerald y no al revés) que me hizo profundamente feliz cuando era peque. Y cuyo título siempre me hizo todavía más gracia que Mi familia y otros animales, al que ya le llega. Son el tipo de libros que me prestaba mi hermano el biólogo, responsable de mi simpatía por insectos y arácnidos de todo tipo y que motivó que uno de mis múltiples motivos para no estudiar biología (la literatura fue el mayor, claro) fuera el saber desde siempre (y siempre es probable que empezara antes de saber leer) que lo primero que enseñan en la facultad de biología es a matar bichos. Y yo, como que no puedo.
Pero no venía a hablar de Gerald Durrell ni de hermanos biólogos, sino que el título hacía referencia a mi estado actual, envuelta en un aura de microbios, toses, flemas, mocos y demás que neutralizan mi ya de por sí escaso glamour pero que hacen que tenga la voz sexy, a decir de mi compañera de piso. Algo que se agradece, claro. Así que ahora soy no una mujer fatal ni una hippie fatal (que se suponía que era mi estado natural) sino una hippie fatalmente acatarrada. En fin!
Así que de vuelta al cole tomando sopitas y leche caliente con miel. Y muchas infusiones y muchos tés, como siempre, supongo. Y no he podido ir a la playa, con las ganas que le tenía.
Para compensar el tremendo catarro, ayer vine en el bus viendo por enésima vez The Dreamers, la historia de los dos hermanos y su amigo-amante que retozan en su casa mientras fuera están las barricadas de Mayo del 68.
Queda foto de Eva Green cual Venus de Milo. Y, pese a lo mucho que me despierta bajos instintos Louis Garrel en esa película, no hay foto de Louis Garrel; hay un video de youtube (al que yo jamás hubiera puesto esa canción) que "resume" en tres minutos y medio la relación que se establece entre los tres. O casi. O da una versión. Supongo que todos tenemos nuestra versión propia de las relaciones de los personajes. Y eso es lo bueno.
Ahora, me voy a seguir con mis trovadores. Y a no pensar en relaciones humanas.