jueves, 31 de julio de 2008

Los ojos me dolían de esperar

¿FUE POSIBLE QUE YO NO TE SUPIERA...

¿Fue posible que yo no te supiera
cerca de mí, perdido en las miradas?

Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.

Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!

Pero pasaste
como un Dios destruido.

Sola, después, de lo negro surgía
tu mirada.

Jaime Gil de Biedma




Gil de Biedma era una de las lecturas de literatura española de COU. Había que leer una antología, no importaba cuál. La primera impresión, tampoco fue demasiado emocionante. Al menos no los poemas seleccionados por el profesor. Creo que fue la primera lectura obligatoria de mi vida que no haya abierto antes de las clases. No recuerdo muy bien por qué, pero fue así. Las otras dos de poesía eran Lorca y Machado, dos de mis poetas favoritos. Las de novela, Cela, García Márquez, Baroja (ay!) y... y? cuál era la otra?. Teatro, Buero Vallejo (que murió aquel año, si mal no recuerdo y que entonces era de mis dramaturgos favoritos) y Valle. Ay!, también.

Teníamos también literatura gallega. Otero Pedrayo (no soporto a Otero Pedrayo), Castelao (uno de mis más grandes amores), Carlos Casares (ese sí que recién muerto), Manoel Antonio (ay!), Ferrín, Cunqueiro, la petarda de Luz Pozo y... nuevamente me falta uno.

No importa. Los recordaré. Hace ocho años de esto ya.

A Gil de Biedma lo he retomado hace unos meses. Allá por mayo, cuando mi adolescencia se encontraba en estado superlativo por el mal de amores. Lo he recuperado tanto que me planteo traérmelo de Ferrol. Es pequeñito, es manejable, es poesía. Hay días que me planteo traerme todos los libros de poesía que tengo todavía en Ferrol. No son demasiados. Son sólo dos estantes de los no muy grandes. Si selecciono un poco y dejo algunos, pueden convertirse en un estante de los de mis estanterías de aquí. Más los de aquí, que aún no están convenientemente ordenados, claro. Soy caótica para todo.

Este texto, no lo conocía. O no lo recordaba. Mi vida ha cambiado mucho desde los diecisiete, claro. No me marcan los mismos textos, las mismas cosas. O sea, sí. Pero de otra forma. Es igual pero distinto.

Probablemente entonces no lo hubiera interpretado como ahora. Hace seis meses no lo hubiera interpretado como ahora.

Ahora lo interpreto ad contrarium. Y cobra sentidos nuevos. Nuevos en el sentido de que no me lo había planteado aunque sí. Al igual que una persona concreta llegó siendo de un modo concreto a un momento concreto de mi vida, cuántos no habrán pasado, estarán pasando (tanto o más interesantes que él, sin duda) sin que sea el momento. Lo había pensado, repito. Pero no. No como lo estoy notando ahora. Y más, hoy, que me he estado acordando de tantas cosas que por un momento el punto final parecía un sueño.

Y ya está.

Estoy contando demasiadas cosas. Más de las que tenía pensado contar nunca así y en mundos virtuales.

He repetido también determinadas palabras mucho. A estas horas, mi retórica me ha abandonado y ni siquiera estoy segura de que se pudiera llamar anáfora. Pero así queda.

Buenas noches

4 never more:

Anónimo dijo...

Gil de Biedma. Mi poeta putativo. O el delegado. De esas dulces imposiciones de Ossip. Él lo lleva siempre consigo, es decir interiorizado (no es que vaya siempre con un librito en el bolsillo de la cartera), entre la epidermis y los tuétanos. Por eso lo leí yo. Por eso lo leo todavía. Pero lo leo contaminado. Por Ossip.

Lorca fue mi poeta mío. Y antes Machado. Pero hace mucho que no los revisito. No sé cuál es mi poeta ahora.

Hablas de trasladar libros, de traértelos.

Yo no podré hacer eso en demasiado tiempo.

Qué bello es ese poema.

Un beso.

Anónimo dijo...

Te contesto luego el correo, si no te importa. (Era visitar el Once o escribirte y tenía curiosidad).

Un beso.

Elaine Crespo dijo...

Annabel !

Onde tem ´so texto!!
Fica mais dificil comentar . Tentei o Google mais mesmo assim não compreendi!:(

Vou aprender Espanhol!
Proxíma meta!

Beijos;*

Anónimo dijo...

Claro, Gil de Biedma. Negra desesperanza, soledad vencida, oscura acechanza de la muerte. El amor y la muerte. El amor y la destruccíón. El amor y la auto-destruccción.

Y Buero Vallejo. Un dramaturgo que, en mi opinión, conecta secreta, inexplicablemente con la dramaturgia clásica del Barroco. Tal vez porque también él, siglos después, es el testigo de una España malherida, agonizante.

Besos.